Del amor al odio...

Este es mi último post... Charly leyó mi blog, vio lo que puse de él y reaccionó de extraña manera...

¡Regresé!!

Volví a postear después de un año... Comparto con ustedes EL PRINCIPE LLEGÓ...

Fumando espero...

En días simples llego a fumar una docena de cigarros. En días medianamente complejos puedo fumar hasta quince. En días terribles, en esos momentos en que la tensión me devora y ...

21 julio, 2008

YA REGRESÉ...

Publicadas por Juan Diego 124 comentarios
Sí que he tenido los cuarenta días más intensos, alborotados y estresantes de mi vida. Los últimos doce años he vivido entre actividades intensas, alboroto cotidiano y estrés posicionándose de mis músculos en todo momento, pero nunca como en esta cuaresma de trabajo y estudios que dura hasta hoy.

Pensé relajarme en Colombia. Imaginé que Bogotá serviría de primorosa distracción. ¡Craso error! Cuando viajas a hacer una pasantía, a lo sumo un city tour o una salidita híper heterosexual podrían aliviar tus deseos de entretención, el resto del tiempo se destina a ponencias eternas, debates cuasi científicos, pocas horas de sueño y deseos de obtener las mejores notas. Es decir, el viajecito de veinte días, me sirvió académicamente, mas nada. No tuve espacios de tiempo para suspirar el frío bogotano y sentirme libre de esa Lima gris que me acojuda y aprieta y de algunos de sus estúpidos habitantes.

Nunca pude encontrar entre las elegantes instalaciones del hotel momenticos ricos para olvidar que en Lima mi vida sentimental es confusa y poco interesante. Siquiera pude visitar algún huequito gay y, quién sabe, conocer un colocho guapetón que me permita olvidar al cada día más rico Renzo y sus propuestas indecentes. No, Juan Diego se la pasó estudiando y cuando no lo hizo, pensó en Renzo riquísimo o salió a lugares tan heterosexuales como sus compañeros y bailó cierta noche cumbia colombiana con sus guapitas compañeritas de clase. Es que para rematar la fiesta, hacía años que no me sentía (léase comportaba) taaaaan heterosexual como en Bogotá. Y, como para confundir más mi cabeza y cuerpo, una colombiana tetona, potona y bella intentó besarme en ‘Andrés Carne de Res’, el restaurante más emblemático de la ciudad.

Obtuve la máxima calificación de la pasantía y hasta una propuesta de trabajo en Colombia. Yo solo quería regresar a Lima. Extrañaba a mi familia, a mis amigos-hermanos del alma, a mis gatos, mis perros, la comida peruana rica e inigualable, al desorden limeño, la humedad infectante, mis problemas peruanos, mi oficina y a Renzo cada días más rico.

Cuando pisé suelo peruano y esa extraña brisa que cubre la capital encapotaba mis fauces, sentí alivio, alegría, ganas de correr a casa, ganas de comerme un cebiche con bastante ají y ganas, muchas ganas de llamar a Renzo y decirle “ya regresé”.

Pero esta Lima se dispone cada día a torturarme más. El trabajo me capturó casi bajando del avión y los viejos dementes que me sirven de compañeros de trabajo no tardaron en joderme la paciencia y arruinar mi pequeña vacación. Y los estudios estrujándome, quitándome vida, forzándome a ser el mejor, el primero carajo (por algo pago tanto). Quería escribir, sentarme frente a mi notebook y dejar las palabras fluir, contar, decir, opinar, chillar, postear. Pero no. La tortura china que me genera el entorno y la tortura turca que sé generarme como nadie, evitaron que pueda hacer lo único que a veces me calma: escribir.

Nunca recibí tantos e-mails, nunca tantos reclamos y hasta mentadas de madre por no postear. El desgraciado mala gente de Juan Diego dejaba a miles sin el chismorreo rico que tiene su vida y esa presión me anulaba hasta la inspiración para escribir. Todo se juntaba. Todo a la vez.

Han sido cuarenta días de stress, pero hoy se encendió una luz. Renzo me llamó y aunque suene estúpido, al escuchar su voz de pendejo bonachón, Lima era menos gris y la humedad que acogota la laringe se transformaba en suspiro a la limeña. Renzo me llamó y sí, para que mentir, en realidad me devolvió la llamada, le dejé un mensajito en el celu con la frase tonta de la semana “ya regresé”.

Es que no aprendo. Antes de llamar a Fabián que me escribió cada uno de los días que pasé en Bogotá, antes de llamar a Leonel que hizo posar a un amiguito suyo desnudo por web cam para que yo no extrañe el lomo saltado (1) o antes de llamar a Guillermo que no pudo dormir ninguna de las noches que estuve ausente porque tuvo pesadillas en las que vio que algo malo me pasaba, antes de llamar a alguno de mis amiguitos-hermanitos del alma, mi alma y mi cuerpo prefirieron llamar a Renzo. Soy un tarado, si, un weboncito incapaz de entender que ese hombre no le conviene, que ese hombre casado o algo por estilo, que es rico, potable, buenote, sensual y habla lindo, no le conviene…


Bueno, Renzo es lindo y dice que le importo, que apenas me vio lo cautivé. Que su relación de pareja ya no funcionaba, que no ama a Rómulo, que está enamorando de mí, que quiere ser el amor de mi vida, que soy encantador, inteligente, dulce, maravilloso y floro, floro y más floro… pero floro que me encanta escuchar…

Si, de hecho se estarán preguntando en qué momento de estos cuarenta días de ausencia Renzo y yo nos juntamos y mis oídos se dejaron florear. Pues, recordarán que luego de aquella noche de pelea en la que Leonel se coronó como campeón de peso gallo con cachetadas incluidas, Renzo me entregó solapamente un papelito. En él, escribió con linda letra su número celular y correo electrónico. Solo para completar lo ocurrido esa noche contaré que la pasé estupendo con Mateo y que el chiquillo resulto ser el heterosexual más pasivo del mundo. Fue una madrugada riquísima…

Llamar a Renzo me tentaba. Sabía que hacerlo era incorrecto, pero un deseo instintivo me forzaba a llamarlo. Dudé mucho, consulté con mi almohada, me ahogué de ganas de sentir esa presión estomacal que ocasiona lo incorrecto y prohibido. No obstante, a la siguiente noche, una llamada de Renzito alegraba mi noche. Me sorprendió su llamada, nunca le di mi número. Pero él, muy lindo, armó una cadena logística que le facilitó mi teléfono. Se contactó como con veinte personas, al final lo consiguió.

Me mostré distante, aparenté poca emoción, aún me duraba la cólera por lo que le había dicho a su pareja sobre mí (2), sin embargo escucharlo me derritió completito. Me pidió verlo esa misma noche. “Son las diez” repliqué. “No importa… quiero verte”. Y, como si su voz me hipnotizara, sentí su pedido casi como una orden.

Estuve en la esquina indicada a las once en punto. Me bañé, cambié, acicalé en tiempo record. Solo quería verlo y comprobar si lo que había despertado en mí la noche anterior se repetía o si solo era parte de mi habitual estupidez. Esa cojuda idea que tengo acerca de que el amor de mi vida me despertará sensaciones eléctricas y que solamente con verlo sabré si es el indicado, revoloteaba por mi cerebro insistentemente. El momento aquel en que bailamos y nos olvidamos del mundo, nunca lo había experimentado con hombre alguno. Él llegó guapísimo y ojeroso. La esquina en la que me citó, desolada y oscura. Me miró, sonrío con expresión de niño que consigue su golosina predilecta y cuando iba a decirle lo que había ensayado “hola, Renzo, estoy aquí, pero no creas que…” él se acercó casquivano y me besó. Siiiiiii, me chapó sin resquemores en plena calle y que rico me chapó, carajo. Solo respondí el beso y me olvidé que en Surco el serenazgo(3) está por todos lados, me olvidé que conozco a Rómulo de hace muchos años y que me cae muy bien, me olvidé de mis prejuicios y dudas y metí lengua como un loco. Él empezó, pero luego yo me tragué su boca con frenesí. “Mi chiquito rico” me decía el rico desgraciado roba besos. Me sentí como en la noche anterior, en medio de la sala de Fabián, teniéndolo cerca, queriendo reventar esa boca y arañar esa espalda.

“Vámonos a un lugar íntimo” dijo con voz de quien ya no puede con la arrechura(4). ¿Sexo tan rápido? le pregunté a mis adentros. ¡Qué importa, carajo!! me auto repetí para eliminar los consejos de mamá y mi hermana en los que dicen como en la canción de Lucerito(5) que si salgo con un hombre por primera vez no me suelte el pelo y esté donde esté sea buen chico y me porte bien, pero como también dice la cancioncita, con Renzo pierdo mi autocontrol, es que me gusta tanto, demasiado… No obstante, el lugar ‘íntimo’ que pedía Renzito no era un hotel o su casa. Me llevó a un bar gay miraflorino y tuve una riquísima madrugada de domingo, bailando, tomando licor, riendo, besándome con él como si se tratase del amor de mi vida, acariciándonos, mirándonos, dándonos cerecitas en la boquita, dejándome florear…

A eso de las tres de la madrugada, me vino un compulsivo ataque de razón y le encaré molesto y arrepentido (algo tarde) que el es un gay comprometido y, más que eso, ¡casado!!, pues vive con Rómulo desde hace dos años. Es decir, los desgraciados que hablaron de mí en la fiesta no estaban tan fuera de la verdad. Me estaba convirtiendo en un destruye hogares, en el terror de las parejas estables gays. Y, que iba a ser de los dos perros afganos a los que crían y a los que llaman hijos. ¿En qué me convertía solo por un poco de arrechura desmedida? Siempre quise ser un chico bueno, pero ese huevón me llevaba a ser malo y ese ratito de razón me lo enrostraba sin asco. Lástima que un nuevo ciclón de besos apasionados me quitaron lo racional y volví a caer…

La razón regresó rápidamente, porque el mejor amigo de Rómulo, un tal Adrián, se ponía frente a nosotros. Renzo ni se inmutó. “No puedes decirme nada” le dijo desafiante. Resulta que Adrián emparejado desde hace doce años, se chapaba y desfilaba de la mano de un mozuelo que no pasaba de los dieciocho. La pareja de Adrián, uno de los mejores amigos de Renzo, viajaba frecuentemente y durante sus ausencias su vetusta pareja se entregaba a los brazos de cualquiera. Adrián miró a Renzo con expresión de quien comparte la pendejada y se olvida de la amistad y, lo que es peor, vi en esos ojos que le decía algo así como “estos son vacilones, pues, los firmes están en casa o de viaje”. En ese momento entré en razón. Me sentí tonto…

Renzo quiso besarme, acariciarme, me floreó quince veces más, pero yo sentí que estaba abrazando a un tipo que acostumbraba sacar los pies del plato. Por que una cosa era ser la manzana discordante por amor, pero ser el ‘puntito’ de una noche de domingo que se dejó embelezar por unos labios carnosos, eso nooooo… Me fui a casa. Me sentí usado. Renzo debió haberme llamado unas cien veces, nunca respondí.

No respondí sus llamadas, no respondí a las llamadas con remitente privado, había decidido olvidarme de mi infame domingo de doncello gay con un hombre feliz o infelizmente casado, no importaba, el asunto era no volver a caer en esos brazos, esos ojos y ese floro a veces barato pero que elevaba mi ego a la punta del Everest. Pero… a los pocos días de mi intento, experimenté la situación más sublime que sujeto alguno me haya hecho vivir. Lástima que quien ocasionaba el disfrute de tan sublime momento era él, Renzo.
“Sr. Juan Diego, le han dejado flores y unos regalos en la recepción” me indicaban de seguridad. De pronto, mi oficina se llenó de flores y un enorme oso. Una tarjeta perfectamente blindada acompañaba los detalles. La sorpresa me colmaba, la vergüenza me asaltaba, mis compañeros de trabajo se asombraban de la escena. El desgraciado y también lindo de Renzo, se atrevía a enviarme regalos maricones a la oficina. Estaba loco para atreverse a cometer tal payasada, tan linda y tierna payasada. La tarjeta leía “Perdóname, lindo. Imagino tu carita de desconcierto y río a distancia. Aunque haya otra persona en mi vida, yo te amo, debes saberlo que me he enamorado de ti y por ti estoy dispuesto a todo”

Ese ego que se levanta de vez en cuando, se levantó cual bandera izada por el más patriota. Se siente rico que un hombre sea capaz de esas locuras por ti, que un tipo te prefiera, te elija y haga cositas romanticonas por ti. Pero, el Juan Diego juicioso, el exalumno salesiano, el hijito bueno de mamá salía a relucir. El Juan Diego de los amigos bonachones que lo aman por ser bueno y correcto sacaba pecho. El Juan Diego romántico y deseoso de ser amado se asomaba emocionado, era rápidamente vapuleado por el Juan Diego que sabe que lo correcto y justo no es estar con Renzo.

Luego de dar una excusa válida para evitar chismes baratos de oficina, me deshice de las flores y tiré la tarjeta a la basura. No obstante, librarme de él iba a ser una misión imposible. Lo tuve en la puerta de la oficina y salí por una puerta falsa. Lo tuve en la puerta de la universidad y pernocté en ella hasta la medianoche. Cuando lo tuve en la puerta de mi casa con un oso igualito al que me había enviado y que yo regalé a una compañera, supe que no podría sacármelo de encima y supe, también, que alguien que hace todo eso por ti, es porque algo le importas. “Traje un oso igual al que imagino botaste” me dijo, sonrío y me compró.

Renzo entró a mi casa e hicimos el amor. Fue una noche espectacular. Juro que mientras lo hacíamos sentí que lo amaba y que ese huevón rico y romántico era el amor de mi vida. Pero, como el amor de tu vida jamás llegará tan fácil, Rómulo asomaba su pena y tristeza por mi vida. Rómulo, que parecía tener las mismas costumbres de su pareja, se apareció con la expresión más lánguida en la puerta de la universidad. Me dijo muy calmado que sabía que Renzo y yo éramos amantes. ¡Eso me dijo! Y lo peor de todo ¡era verdad!!!! Tartamudeé, tosí. Él me habló súper paternal (tiene 38 años) y me pidió que me aleje del amor de su vida. Me dijo que Renzo era así. ¿Así? “Suele ser voluble, hoy te ama, mañana no, hoy me quiere dejar, mañana vuelve corriendo a mis brazos”. Renzo se había ido de la casa, llorando y sin sus hijos. Rómulo estaba desolado y el culpable de todo, tartamudeaba sin saber que decir…

Decidí ese día olvidar a Renzo. Pero él no estaba dispuesto a dejarme partir de su vida y volvió insistentemente a mi casa e insistentemente hicimos el amor a pesar de la guerra que se vivía en torno a nosotros.

Rómulo recorrió las casas de mis amigos y lloró con todos. Fabián lloró con él y luego me lloró para entrar en razón. Guillermo dice hasta hoy que no se explica como yo puedo haberle quitado la pareja a Rómulo. Omar llora más que Rómulo, Nadiana dice que lo que mal empieza, mal acaba y, Leonel, es el único que parece alegrarse e insiste en que tire mucho, mucho, para que si, en caso, la cosa no se concrete seriamente, por lo menos exprimo ese cuerpito al máximo.

Renzo lloró y dijo que me amaba, que todo había sido rápido, un flechazo, pero me amaba y la verdad, le creía…

Mi viaje a Colombia estaba cerca, faltaban apenas unos días. Renzo y yo nos veíamos a diario, nos divertíamos, tenía unos detalles maravillosos, no obstante, me enteré que visitaba a diario a Rómulo, pues no quería que sufriera y quería ser su mejor amigo, al final tenían dos hijitos afganos al que mi casi novio ama tanto como a mí. Me dio mucha cólera que alguien que dice amarme no pueda desprenderse de su pasado. “Tu presente soy yo” reclamé.

Quería a Renzo para mí, sin Rómulo ni afganos, sin ese pasado del que yo lo había extraído. Entendí después de hablar con mi mami y con mi hermana, que Renzo jamás iba a ser enteramente mío, que Rómulo iba a permanecer en su vida y sus afganos eran el pretexto perfecto para esa permanencia. Entendí que el amor de mi vida lo era también de otra vida, talvez de una vida que lo conocía, amaba y merecía más que yo.


Le dije a Renzo que debíamos terminar, que esto no iba a funcionar. Hicimos el amor después de mi pedido y luego él sugirió que me vaya a Colombia, piense bien las cosas y entienda que en la Lima que me complica se quedaba esperándome un hombre que me ama y está dispuesto a ser el amor de mi vida… “Me llamas y me avisas que regresaste, estaré esperándote”

Decidimos no hablar durante los veinte días que estaría en Bogotá y así fue. Quise llamarlo cada una de las horas que estuve por allá, me aguanté, lloré, pensé, reflexioné, lo extrañé como loco, volví a Lima y lo llamé. Su teléfono estaba apagado. Dejé un mensaje que decía “ya regresé”. El me llamó, dice amarme más que hace veinte días…

Cierro mi laptop. Renzo me espera. Mis miedos y dudas también…

Gracias por esperarme, gracias mil por leerme…

JUAN DIEGO
escribeajuandiego@gmail.com

(1) El LOMO SALTADO es un antiguo plato típico de la gastronomía del Perú. Un buen LOMO, puede ser tambien un rico hombre. Más sobre el LOMO SALTADO
http://www.recetas-de-cocina.net/comida-peruana/lomo-saltado.html
(2) Si no leíste o recuerdas el dato exacto de mi POST anterior, click aquí http://sexopudoryhombres.blogspot.com/2008/05/un-novio-para-juan-diego.html
(3) SERENAZGO: Como me lee muchísima gente extranjera, deben saber que el SERENAZO es La Unidad de Serenazgo es un órgano de línea, encargado de coordinar, y en su caso colaborar con los órganos públicos competentes en la protección de personas y bienes y en el mantenimiento de la tranquilidad y el orden ciudadano. Cada distrito de Lima tiene el suyo. Patrullan las calles y, por lo general, odian a los gays...
(4) ARRECHURA: en Perú arrechura es INAGUANTABLE DESEO SEXUAL, GANAS LOCAS DE TIRAR.
(5) AUTOCONTROL de LUCERO: Click para ver letra http://www.lyricskeeper.com/lucero-lyrics/226998-autocontrol-lyrics.htm
EEEEE

10 junio, 2008

ALGO CONTIGO...

Publicadas por Juan Diego 26 comentarios


Siento mucho mi prolongada ausencia. El trabajo intenso y la maestría que sigo me tienen totalmente secuestrado. Espero postear en los próximos días, pues hay escasez de relatos, más no de vivencias... Tengo taaaaaaaanto que contarles...

Les dejo un adelanto de mi nuevo post, una canción linda que se adapta perfectamente con todo aquello que hoy vivo y que en poquito les detallaré... Canta VICENTICO y dice ALGO CONTIGO...

No me he ido, ni escapado, sigo aquí, deseando siempre escribir, esperando encontrarlos, extrañándolos...

Gracias por leerme

Juan Diego

P.D: El 22 estaré en Colombia, así qure amiguitos colombianos espérenme...

05 mayo, 2008

UN NOVIO PARA JUAN DIEGO

Publicadas por Juan Diego 214 comentarios
,Todos creen que me siento solo y no se equivocan. Si, es cierto, tengo a mi familia maravillosa junto a mí, a mis amigos-hermanos del alma siempre al lado, tengo trabajo, estudio, llevo una activa vida social, pero... me siento solo. No ando deprimido ni alterado ni amargado, solamente me siento solo y quiero que me dejen en paz sintiéndome así que eso no es tan malo.

Desde el domingo toda la tropa ha organizado una serie de actividades a fin de detener la supuestamente efervescente infelicidad solitaria de Juandieguito. He recibido regalos, invitaciones a almorzar, comer, bailar, chupar. Y, todos mis amigos se han propuesto emparejarme a cómo de lugar.

Me citaron el lunes en casa de Fabián. Llegué hecho trapo luego de un agotador día de trabajo. Allí, Omar y su parejita charapa, Gary, se encargaron de presentarme a Hans, otro charapita cumbiambero. Me vendieron al charapita como un chibolo riquísimo de piel suave y aire exótico, cuerpo marcado, boca golosa y no sé que tanto más...

Cuando me di cara a cara con el muchachito, me topé con un pequeño shipibo que traía susto por doquier. Su cara denotaba el pánico que sentía de ser expuesto cual esclavo para la compra de un futuro patrón. Me gusta la piel bronceada, un peruanito rico siempre viene bien, pero lo que nadie me dijo era que Hans postulaba para ser hembra. Sus cejas eran el fiel reflejo de que lo metrosexual se está perdiendo para convertirse en mariconada pura. Jimmy Santi y sus cejas dibujadas con plumón, podría ser un macho completo al lado de Hans. El chico era hiper amanerado, una señorita del oriente peruano que cruzaba sus piernitas y tomaba el cafecito de Fabián siguiendo hasta el último consejo de Frida Holler y su dedo meñique. Conclusión: agradecí a la parejita por sus buenas intensiones, pero honesto como suelo ser, les dije que no pasaba nada con Hans.

Fabián me invitó el martes, después de clases, a comer a un restaurante en la Costa Verde. Iríamos en parejas. ¿Quienes? Él y su Raúl, y un amigo de Raúl y yo. O sea, me seguían buscando novio. Me recogieron de la universidad y me montaron en un BMW espectacular, azul, brillante, nuevo. Quien lo manejaba era Anselmo. Un hombre atractivo e inteligente de 66 años. Si, no me equivoqué al escribir. Anselmo tiene 66 años, apenas 38 años más que yo. Casi podría ser mi padre y es mayor que mi madre. Sus canas le dan ese toque de abuelito al que todos queremos. Mientras trataba de seducirme (lo hizo toda la noche) imaginaba que besarlo sería como besar a mi abuelo que en paz descanse. Sus bigotes blancos, mostacho de jinete de caballo de paso, se movían divertidos en dirección izquierda. De no haber sido por el raro movimiento y por el delicioso robalo sudado en chupe con risotto criollo me habría dormido en las manos maltrechas del tío. Fabián se molestó conmigo. Dice que debí mostrarme más "amable" con el empresario petrolero. Millonario o no, lo que menos quiero es emparejarme con alguien mayor que mi madre.

Llegó el miércoles. Era el turno de Leonel. Previamente, mi amigo, me había enviado vía e-mail una serie de fotos de chiquillos héteros buenísimos compañeros del chilinguee de Paulcito, su hétero particular. Uno estaba más rico que el otro. Fue difícil definir con cual de ellos sería mi cita de miércoles. No tenía ilusión alguna con esos cueritos de cuerpitos marcados y pinta de jugadores del Boca Juniors. Saberlos heterosexuales no me brindaba motivación alguna, aunque como me dijo Leonel, muy serio, lo importante sería divertirme. Escogí a Mateo. Me recordaba a un compañero de colegio (1). Acepté visitar el cuarto-matadero de mi amigo a las 8 de la noche. ¡Vas a disfrutar como loco! me decía Leonelcito emocionado y feliz de intentar hacerme feliz.

Estuve puntualísimo. Me recibió Mateo. Las fotos no hacían justicia alguna con su físico. El chiquillo que no llegaba a los veinte abriles. Se parecía, para mi mal, a un amor platónico hollywoodense, a Jesse Bradford (2). Como parece ser la característica de este tipo de muchachitos, era educadísimo, amabilísimo, y posesor, para ¿mi buena suerte? de un culo riquísimo.

Me reí a más no poder con los muchachos. Tomamos ron (me cae bomba), de pronto el hétero quería besarme. Yo quería ser besado y besarlo hasta tragarme esa boquita rosadita, pero mi hígado, estómago y cabeza vivían los estragos que beber ron producen en mí. Mi entusiasmo crecía como crecían mis ganas de vomitar, y justo cuando Mateíto rico puso su boca rica en mi boca, todas las sustancias que peleaban por no salir, salieron disparadas. Vomité a Mateo de la cabeza a los pies. El pobre muchacho corrió cual cenicienta siendo vencida por la hora y yo me convertí en pordiosero de la vergüenza. Cogí mi carroza de calabaza y me fui.

Luego del roche no quería saber nada de los hombres. Parecía que el universo se habían propuesto arruinarme todos los planes de conquista. En resumen, aire, tierra, cielo, viento, subsuelo no querían verme acompañado.

Guillermo me dijo que él no me presentaría a nadie. Que el amor llegaría a mi vida sin que lo busque o me lo busquen. Estoy de acuerdo. El amor no se puede forzar. No obstante haber forzado un poquito las cosas con Mateo no habría sido tan malo. Pero... no quedaba de otra. ¿Qué planes tiene Dios para mí? me pregunté mucho estos días. El sabrá, pues.

Omar y Gary organizaron una reunión ayer viernes. Celebraban dos semanas de feliz unión sentimental. El depa de Fabián estuvo repleto. Mis amigos-hermanos y sus respectivas parejas, mis desgraciados intentos de pareja en fila y con trago en mano: Hans, el cumbiambero amanerado, el tío millonario y Mateo hétero y riquísimo. Además, destacaban otras parejitas invitadas amigos de los prometidos de mis amigos y, a un lado, aburrido, Juan Diego acariciaba a Cher, la perra de Fabián.

Pop, dance, cumbia y hasta salsa cubana inundaban los parlantes del equipo de sonido. Los tragos iban y venían. Mateo me sacó a bailar. No acepté. Odio bailar en casas o departamentos. Bailo como descocido en una discoteca, pero en una casa, no. El tío millonario me invitaba a ir de viaje a Buenos Aires. Imaginar sus mostachos a ritmo de tango me hacía decir ‘gracias, pero no puedo...’ Hans bailaba los ritmos de Euforia moviéndose como serpiente endemoniada y dando de nalgazos dirigidos a mis ojos, me sonreía como bataclana de quince lucas.

De un momento a otro, el tío millonario invitaba a Mateo a Buenos Aires. Mateo se entusiasmaba mientras se dejaba agarrar el potito con disimulo. Hans, borracha, otro no podría ser el término a usar, se tiraba al piso haciendo planchas cumbiamberas. Nadiana se horrorizaba de tanta ¿vehemencia?

Mi cámara retrató todos los momentos. Fui el fotógrafo de la reunión. ¡Juandi por aquí! ¡Mira Juandi tómale una foto a... ! Un flaquito de anteojos, pareja de uno de los amigos de Armando, la pareja de Guillermo, me siguió hasta el baño. Intentó meterse al baño conmigo y se ganó un ¡Vete a la m...! Momentos después, la pareja del flaco sinvergüenza pregonaba que yo me había sometido a su macilento enamorado. Fabián me defendió en el acto. ¡Juan Diego no es de esos! Y, claro, Leonel, directo y cruel, dijo que Juan Diego tiene buen gusto y jamás, nunca, por nada, se fijaría en una porquería como ésa. (así lo dijo)

Me sentí tan fastidiado por la tonta situación que quise irme. La llegada de cinco personas más detuvo mi intento. Eran dos parejas tomaditas de la mano y un violinista guapo y risueño. Fabián me presentó al violinista recién llegado. Si que estaba rico. Algo mayor que yo, atlético y con una sonrisa linda que inundaba de luz cada palabrita que soltaba. Me cayó bien. Si no fuera por él me hubiera marchado, decidí quedarme a disfrutar de su compañía. ¡Mentiraaaaa!

Me quedé para mirar, de lejitos, a la pareja de Rómulo, uno de los amigos de Gary. Rómulo, que me conoce desde hace años, se acercó a saludarme y tras él, su pareja. Si, carajo, no me quedé por la grata compañía del violinista de sonrisa linda de quien siquiera recuerdo el nombre, me quedé porque algo me atrajo, entretuvo, distrajo de la mirada de Renzo la pareja de Rómulo. Y, algo atrajo, entretuvo, distrajo a Renzo de mi mirada. Lo cierto es que cuando la puerta del depa se abrió para que ellos hagan su ingreso, su mirada y la mía se encontraron, como que se buscaron entre las cabezas que se dispersaban rítmicas sobre la sala. Esa mirada me era familiar, no sé de donde. Y a él también, porque me preguntó si nos conocíamos de algún lado.

- No que yo sepa - respondí -. Pero...
- Te habré visto en sueños, entonces - respondió haciendo un mohín de pendejito con los labios.
- O en otra vida - le dije casquivano jejeje...
- ¿Bailamos?

Odio bailar en casas o departamentos, pero no pude decirle que no a este amable muchacho. Rómulo me sonrío ampliamente y dijo ¡Vamos Juan Diego quiero verte! Pobre Rómulo, me animaba a bailar y yo estaba entusiasmado con la mirada rica de su Renzo que pasaba su mano por mi cintura, yo pasaba la mía por la suya. De un momento a otro, pareció que no había nadie en la reunión, que todo estaba oscuro y solo él y yo bailábamos a ritmo de Thalia. Nos miramos fijamente, algo de mi alma se rindió frente a él, mi cuerpo se expresó débil y mis manos acariciaron su espalda. Sentí sus manos recorriendo lentamente mi omóplato, su aliento mezclándose con mi aliento, su boca pegándose a la mía. Cerré los ojos para dejarme llevar, él me abrazaba, yo lo abrazaba, íbamos a besarnos, en eso recuperamos la cordura ante el grito agudo de Fabián. ¡Cambio de pareja! chilló mi amigo. Renzo y yo nos soltamos rápidamente como si nos apestara la presencia cercana del otro. Rómulo miró molestísimo a Renzo y caminó con la cara color naranja rumbo al baño. Renzo y yo apenas nos reponíamos del momento mágico, mientras Fabián y Guillermo me reprobaban con gestos. Juro que no podía explicar qué había pasado. Leonel, en cambio, estaba feliz. “Amigo, eres terrible” reía. Vendría a los segundos la desaprobación de Omar. ¿Y a ti que te pasa? No supe que decir. Renzo caminó hacia el baño. Fui tras de él, quería explicarle a Rómulo que su pareja y yo bailamos sin mala intensión. Sé que eso no era cierto, pero qué más podía decir. Aunque sí era cierto. Cómo voy a querer besar a la pareja de otro en medio de la fiesta.

Todos los invitados a la reunión me miraban pésimo. Los amigos de Rómulo me odiaban hinchando las pupilas. La pareja del flaco que se quiso meter conmigo al baño, afirmaba voz en cuello que tengo la costumbre de someterme a parejas ajenas.

Leonel caminó hacia el tipo y le metió una bofetada inmisericorde que resopló por todo Miraflores. El flaco quiso defender a su pareja y se ganó un puñete en el estómago. El abofeteado gritaba histérico y adolorido. ¡De mi amigo Juan Diego nadie habla mal, carajo! vociferaba mi Leonel querido. Agradecía que me defienda, no obstante usar los golpes era demasiado. Los amigos de los golpeados quisieron vengar el vejamen. La presencia de Paul, hétero cuero y enorme, detuvo cualquier intensión. Mateo se alejó del viejo millonario que le sobaba el culo y se posó machito delante de ellos.

Fabián calmaba los ánimos. Guillermo también. Armando se atrevía a decir que todo lo sucedido era mi culpa. Leonel lo vio dispuesto a mandarle un duro sopapo. Guillermo gritó al gordo y le pidió no repetir ese comentario. Nadiana decía que nadie tenía derecho a juzgarme y su mariachi tomaba una cerveza tras otra. Gary le preguntaba a Omar si Juan Diego siempre es así y Omar lloraba por que Juan Diego postula para santito de iglesia. El violinista de sonrisa linda me miraba con cierto asco y sus amigos me 'cacheteaban'con la mirada. “Pero si solo bailaban pegados” soltó risueño el viejo millonario. Todos discutían en voz alta, deliberaban, peleaban...

Quise explicarle a Rómulo que esto era un terrible malentendido, que jamás me fijaría en un hombre ajeno, si, iba a mentir una vez más, pero me detuve cuando escuché que Renzo le decía tras la puerta del baño que yo no le interesaba para nada, que hizo conmigo lo mismo que Rómulo había hecho con un tal Mauro en un cumpleaños hacía dos semanas. ¿Se siente feo, no? le decía. O sea, el tarado ése me había usado para vengarse de la pareja. Buen par de pendejos. “Es muy chibolo para mi gusto” le decía Renzo. Rómulo parecía aceptar las excusas. Salieron del baño abrazados.

Volví a la sala y vi claramente que Leonel arrastraba de los pelos al flaco sinvergüenza que se quiso meter al baño conmigo. Los demás gritaban. Guillermo y Armando jalaban a Leonel para que cese el ataque. ¡Basta! resoplaba Fabián. Omar lloraba, Gary, también. Todo fue un caos. La reunión terminó entre gritos y golpes. Los invitados salieron golpeados y prometiendo no volver. Rómulo y Renzo se disculpaban con Fabián y conmigo. Yo quería arrastrar de los pelos a Renzo. “Cuídate mucho” me dijo el desgraciado de Renzo mientras volvía a acariciar mi omóplato y yo casi cedía. Con disimulo introdujo un papel en mi bolsillo.
Nos quedamos en el depa solo mis amigos, sus parejas y los héteros, el millonario y Hans que era el único que bailaba frenéticamente moviendo el poto como sambista de carnaval.
El pobre Leonel recibió todas las reprimendas debido a su violencia incontrolable. “De Juan Diego nadie habla” encaró a Guillermo. “Si dicen que tú eres una puta me hago el huevón porque no estarían mintiendo, pero de Juan Diego nadie habla, ok” Adoro a Leonelcito, pero dejaba en el ridículo al pobre chato delante de su pareja. Guillermo tuvo un ataque de tos convulsiva. “Aquí nadie es puto ni puta” aclaré. “Yo no hice nada malo, solo bailé con el baboso ése” Todos me vieron raro al escuchar que baboseaba a Renzo. ¿No lo veías tan baboso hace un rato? me dijo un lloroso Omar.

“Vámonos, Diego” me dijo Leonel. “Nuestros amigos son muy injustos con nosotros” Cogí mi casaca y me dispuse a irme. “Siento mucho si origine problemas” me disculpé.”No te vayas, Juandi” me pidió Fabián. Esa invitación para quedarse en el depa no incluía a Leonel, obviamente, así que la rechacé. Leonel se ganó pleitos con todos a causa mía. “Mañana hablamos” les dije a todos.

Mateo posó su brazo sobre mi hombro, me dejé abrazar. Salimos los cuatro del depa. Paul recordó las habilidades para la pelea de Leonel y todos reímos. Subimos al auto. Prendí la luz y revisé el papel que me entregó Renzo. Me daba el número de su celular y su e-mail.

¡Vamos a chupar a mi cuarto! gritó Leonel. Todos esperaron mi respuesta. ¡Vamos¡ respondí. Mateo me abrazó, Leonel y Paul se dieron un piquito y yo guardé en mi billetera el papelito entregado por Renzo.

Mateo ponía su boca rica en la mía. Afortunadamente no había tomado ron. La noche apenas empezaba...

Gracias por leerme

Juan Diego
escribeajuandiego@gmail.com
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(1) (Post 4: La Maldición de los héteros)
http://sexopudoryhombres.blogspot.com/2008/02/la-maldicin-de-los-hteros.html

(2) (Dar click y ver a Jesse Bradford)
http://www.hollywoodteenmovies.com/JesseBradfordPic.jpg



28 abril, 2008

CUMBIA PARA SOÑAR...

Publicadas por Juan Diego 518 comentarios

Esta última semana sí que ha sido intensa. Entre el trabajo agotador, los estudios cada vez más complicados y el dilema de sentirme tío a los veintiocho años, el tiempo se hizo agua entre mis manos.

Ya me repuse de la penita que dejó Álvaro, demonio con pinta de arcángel, y ni me acuerdo que alguna vez sus labios besaron los míos, que hicimos el amor riquísimo y que su espalda es cien veces mas rica que la foto que acompaña el post anterior.

Entre tanta actividad física y mental, me alejé un poco de mis amigos-hermanos del alma. No tuve tiempo ni para hablar por teléfono. Entre las filmaciones, sesiones fotográficas, reuniones, planificaciones y estudios de maestría que exprimen hasta mi última neurona, dejé de ver a mis patazas. Mi madre y mi hermana me han dado más comida para no debilitarme por tanto esfuerzo corporal y mi padre me exige tomar maca, maca pura para tener harta resistencia...

Visitar el depa de Fabián me puso al tanto de los últimos acontecimientos suscitados entre mis amigos. Algo sabía acerca de lo que pasaba, pero estar ahí, en el centro mismo de la noticia, junto a Fabián, versión gay del diario Correo, me brindó la información precisa y calentita que necesitaba para actualizarme.

Fabiancito sirvió café. Aunque no venga al caso, debo contar que, gracias a una vieja receta familiar, él prepara el café express más rico de Lima, el acompañamiento perfecto para disfrutar los chismes del momento. Fabián posa sus cuidadas nalgas sobre el sofá y empieza con el recuento de los hechos.

Se sorprenderán tanto como yo con lo que me cuenta Fabián. Resulta que Omar, el sufrido Omar, parece, por fin, haber encontrado el amor. Si, tal cual lo leen. Mi amigo sufrido y el chico de las nalgas technocumbieras mas proporcionadas de Lima (y más ricas, dicen) son pareja.

Mi amigo, uno de los gays que más ha sufrido por amor y desamor en este mundo jodido, ha encontrado en Gary (asi se llama el culón), su primera pareja formal. No me asombra la rapidez del compromiso conociendo a Omar. Pero debo preguntar si ese muchachito proveniente de la selva peruana es conveniente para él. Considerando su facilidad para deprimirse y sufrir en exceso, quizá se topó con un mocoso aprovechador. No obstante, Fabián, pregona que Gary es un buen chico. Asevera que durante estas dos semanas solo ha demostrado amor desinteresado por Omarcito. Dice que mi amigo luce radiante, feliz, dichoso. De verdad eso me alegra. Nadie se merece ser feliz tanto como él.

Me cuenta, también, que Guillermo sale oficialmente con Armando, el que lo plantó dos veces en la disco. El chato, algo me había dicho por teléfono, pero como sabe que suelo ser muy incisivo con esas cosas, de hecho prefiere decírmelo personalmente. Fabián asegura que Armando es guapo, tiene como treinta y cinco años, es alto, interesante, se ríe como chiquillo travieso y bla, bla, bla... Armando es profesor universitario, militó antes en grupos católicos lo que le da cierto aire ecunémico, una postura de hombre bonachón que busca hacer lo correcto y que lo apega, además, y en gran medida, a la religión. Guillermo lo ha acompañado a misa dos veces esta última semana y me cuenta con discreción Fabiancito que el chatito amigo nuestro habla hasta más pausado, “parece un monaguillo” murmura, como si serlo fuera un crimen. Tendré que conocer al susodicho para opinar. Tengo buen ojo para deducir rápidamente si alguien es conveniente o no para un amigo. Lástima que ese nivel de intuición no funciona para ver quien realmente le conviene a mi vida. Bueno...

Y, Leonel, sigue empecinado en convertir a Paul, el hétero, en el amor de su vida. Cuando todo parece estar súper bien entre ambos, Paulcito sale con alguna nueva pachotada y trastorna el sensitivo espíritu de Leonelcito. Mi amigo que no es discípulo de Martha Hildebrant y usa lo peor del diccionario cuando se molesta, le recuerda a su madre, abuela, bisabuela. Paul se pone rojo como la kola inglesa y lo deja hablando como loco. Leonel va tras de él y le exige devolver el dinero que le dio para comprar medicinas para el hijito que tiene con su ¿novia? y Paul llora, de rabia, dice, porque mi amigo lo hace sentir un sinvergüenza mantenido. Leonel, se siente, de pronto, dominado por el espíritu vivo del buen uso del idioma y dejándose adormecer por la jugosas lagrimitas de Paul, le pide perdón por usar, a veces, el idioma de tan mala forma y en contra suya. Paul se rasca los testículos para parecer bien macho y sonríe con esa expresión de pendejo que solo él tiene para encandilar a los gays. Leonel, se siente Verónica Castro en Los ricos también lloran y siente que a veces es necesario sufrir para ser feliz. Al minuto, la ¿mujer? ¿novia? de Paul lo llama al celular (comprado por Leonel, claro) y le exige verlo automáticamente. Paul se hace él que no sabe qué hacer. Obviamente deberá irse. “Me quito un rato“, asegura, para “arreglar” las cosas con su ¿esposa? ¿concubina? y Leonelcito, loquito como es, vuelve a olvidar a Martha Hildebrant y el buen uso del idioma y lanza el manifiesto abierto de la grosería. En ese listado de palabras sucias entran maldiciones, también, contra la ¿mujer? ¿esposa? ¿novia? de Paulcito. Leonel busca alguna piedra o elemento contundente para lanzárselo a Paul. El chiquillo hétero corre como loco moviendo el potito de futbolista. Leonel corre tras él y recuerda ahora a la señora madre del muchacho, al padre, a los tíos... Paul, aterrado, se sube al primer ómnibus que pasa cerca a la avenida. Leonel sigue gritando, chillando, maldiciendo. Luego va a casa de Fabián y llora. Luego de dos cafecitos, se calma un poco.

Nadiana, está más regia que nunca. Ha entrado al gimnasio, y atrevida como es, osa ir en minúsculos pantaloncillos de lycra. Por supuesto, escondiendo como se debe, ese pedazo de carne extra que aunque no quisiera está ahí, sudando, latiendo. Mi amigo-amiga ha exigido al instructor una rutina que le permita afirmar sus nalgas hasta convertirlas en dos deliciosas columnas romanas, firmes y torneadas. El instructor, que es gay y baila como Gloria Trevi en medio de la pista cada vez que toma un poco de licor, la entiende mejor que nadie y la engríe. La china es la reina en las masivas clases de Tae Bo, pero de eso y sus experiencias gold, hablaré en otra entrega.

Me quedo en el depa. Los amigos vendrán emparejados, y Fabiancito, Nadiana y yo, los solteros eternos del grupo, nos dedicaremos a contemplar las escenas románticas que seguramente van a darse en medio de la sala. Solo rezamos para que Leonel no venga. Bueno, que no venga acompañado de Paul. Solo será siempre bienvenido, pero con su hétero lo preferimos lejos. No queremos ver los adornos de Fabián (algunos del siglo XIX) volando de un lugar a otro.

La primera pareja en llegar a esta suerte de club del amor homosexual es la conformada por Guillermo y Armando. El gordito (está bastante subido de peso) es alto, colorado, de cabello castaños y cejas pobladas. Luce bonachón, aunque me mira de pies a cabeza cada vez que no le doy cara (lo vi por el espejo). Bueno, soy el ex del chico con el que ahora quiere formar ¿familia? No siento celos, aunque muchos puedan pensar eso. He conocido tantos ¿amigos? de Guillermo que tendría que estar demente para sentir ardores en situaciones como ésta. Pero, la verdad, siento que detrás de la amplísima sonrisa de Armando, se esconde un marcado fastidio hacia mí. Insisto, carajo, no son celos, es mi sexto sentido diciéndome a gritos que ese hombre no me quiere para nada y para nada me quiere cerca de su Guillermín. Mi enano amigo me mira con carita de quien tiene al lado a San Francisco de Asís y ríe nervioso. Armando levanta una ceja y analiza cada mirada o gesto que Guillermo y yo nos damos.

Fabián trae su delicioso café como para calmar los ánimos y Cher salta como loca cerca de la puerta. El tío Omar llega acompañado de su charapa cumbiambero y la perrita peluda se deshace en mimos para quien la peina y mima todos los sábados. Omarcito trae la cara más feliz que alguna vez le he visto. Hace su ingreso tras de él su recién estrenada parejita, Gary. El charapita es un trigueñito guapetón, delgado, formado, de ojos caramelo, perfil de pekines y blanquísima sonrisa. Me saluda como si conociera de toda una vida. Me da un fuertísimo abrazo y expresa su gusto por conocerme. Se declara visitante de mi blog y me llena de halagos. Me conmueve tanto cariño y cuando uno está semi-depre viene bien recibir un poco de floro que nos avive el ego alicaído.

Armando, dice, que no conoce mi blog y aunque Guillermo algo le contó, su recargada agenda no le permite dedicarle tiempo a actividades extracurriculares. Así lo dijo. Sin embargo, el nuevo embajador del talento de Juan Diego, Garicito lindo y precioso, se encarga de decirle que mi blog es la sucursal del cielo. Ciertamente exagera, pero dejo, riendo hipocritísima, que mi edecán lance todas las marrullerías posibles. Cada halago dirigido a Juan Diego, elimina un puñado de pelos de la pomposa barba de Armando. Fabián nos sirve más café y sonríe cual anfitrión soñado. Cher, que entiende mis sentimientos, olfatea las canillas de Armando y ruge de pronto. Un grito de Fabián basta para que la perra se haga la tonta y moviendo la cola con sorna, le de la espalda al barbón. Gary llama a la perrita y la enana peluda enloquece en mimos con la parejita de Omar. “Este muchacho tiene buena vibra”, digo en voz alta. Armando ya ha perdido media barba.

Pero lo que nadie quería que pasara, pasó. Llegaron Leonel y Paul. Fabián, manteniendo las formas del perfecto anfitrión, sonríe como toda una nona y recibe al guapo, guapísimo, churrísimo, riquísimo Paul. Al conocer por fin al famoso hétero, entiendo porqué Leonel muere tanto por él. Bueno, nada justifica la estupidez, pero Paul, Paulcito es muy,muy,muy,muy guapo, un cuerazo. Medianamente alto, complexión media, cabello negro, piel blanca, ojos verdes, expresión de ángel, nariz de ángel, dientecitos de ángel, cuerpo de ángel, piernas de ángel, culo de arcángel. Paul, el hétero es un bombón. Para terminar de deslumbrarnos, Paul es un caballerito. Educado, de melodiosa voz, machito rico que se sienta con la piernas abiertas sobre el sofá principal y nos tiene a todos viéndolo con ¿sorpresa? ¿deseo? Trae la camisa desabotonada dejando parte de su pecho lampiño al descubierto, el jean desgastado se pega a sus piernas de roble, trae lindas zapatillas y huele riquísimo. Lo admiramos con tanto interés que nadie se percata en que Paul, Paulcito bello, vino acompañado de nuestro amigo.

Leonel que nos conoce bien y sabe por donde van nuestros homosexualísimos gustos, se sienta junto a su amado y lo toma firmemente su mano. Me pongo a repasar lo problemático que debe ser comprometerse con Paul para evitar sentir envidia de mi amigo.

Risas van, risas vienen, y hace su ingreso la versión gay de la mujer biónica, Nadiana. Luce divina, parece modelo de comercial de cerveza y luce sus formas con coquetería.¿Vino solita? Nooooo. Nadiana entra del brazo de Jorge Arturo. ¿Quién es ése? Me entero allí mismo que es un ingeniero de sistemas español con el que mi amiga-amigo está saliendo desde hace una semana. Es decir, todos están acompañados, menos Fabián y yo.

Le digo a Fabián que no queda de otra, que debemos resignarnos, que ya nos tocará salir con alguien. Fabiancito me mira con cierta vergüenza. Cher ladra como loca otra vez. ¿Esperamos a alguien más? logro preguntar. En eso ingresa Raúl, un tipo cuarentón y muy bien plantado que desde hace cinco días sale con Fabián. ¿Whattt???

O sea, ¿Juandieguín será el violinista de la reunión? ¿el que verá la felicidad ajena y se resignará a acariciar a la perra?

De pronto, mis cinco amigos-hermanos del alma se besan y acarician con sus acompañantes y me da alegría que eso pase, ellos se merecen lo mejor del mundo, pero... se siente feíto ser el violinista. Todos centran su atención en mí, se dedican a halagarme, hablan de mi blog, mi vida laboral, de lo bien que está mi cuerpo. Siento que todos quieren que me sienta menos mal. Pero no estoy mal, ¿o sí?

Mal no estoy, solamente estoy solo, y la verdad, descubrí que es mejor estar solo que mal acompañado. En ocasiones para no estar solo podemos ser capaces de lanzarnos a los brazos de cualquiera, yo no quiero eso. Pucha, tengo tanto trabajo, me absorbe tanto el estudio y tengo tantos proyectos por hacer que no me entristece tanto estar un tantito solo. ¿O si?

No sé. Me da alegría que Omar coja fuerte de la mano a Gary y que el chiquito lo mire con unos ojitos de profundo amor. Veo a Fabián sirviendo café con tremenda ilusión, con los ojos chispeantes. Raúl lo ve risueño y le roba un piquito. Fabián luce feliz. Leonel y su hétero guapísimo se divierten hablando de fútbol y se toman un trago del mismo vaso. Guillermo se deja abrazar por el chinchoso de Armando. El gordo le besa la frente y le dice que debe tomar algo para la garganta. Me gusta que se preocupe por él. Y, Nadiana, se siente hembra, mujer, ríe feliz junto a su español que le da unos besos ruidosos con seseo incluido. Estoy feliz por ellos. Si ellos están bien, yo estoy bien y eso es suficiente.

Bueno, hoy soy violinista, tal vez mañana no. La vida es así.

Gary pone un CD. Es cumbia, la música de moda. No me gustan mucho esos ritmos pero la noche amerita celebración. Además hay un violinista experto en medio de la sala.

Uno de estos grupos cumbiamberos de nombre que lleva letra y número se deja sentir con una cancioncita melosa que dice algo así como “yo sin tu amor me volvería loco, yo sin tu amor...” “ porque tu eres para mí las ganas de enfrentarme a la vida...” “ no podría vivir sin tu amor” Las parejas se ponen más románticas, Cher me ladra y baila. Me voy un ratito al baño, me miro en el espejo y pienso que sería rico que alguien me cante esa canción, aunque sea cumbia. De hecho alguna vez pasará, esta noche no...

Gracias por leerme

Juan Diego
27-04-2008

22 abril, 2008

Quiero que tus dedos sean...

Publicadas por Juan Diego 88 comentarios

Hola amigos:

Una imagen tan humana como aquello que nos produce verla. Una imagen que reta la imaginación y la calma. La imagen perfecta para calentar este abril que empieza a ponerse frío. Acompaño la imagen con un fragmento del bello poema enviado por Jorge de Sevilla, España.

Quiero que tus dedos sean sobre mi piel como la lluvia
Y que la humedad que recorra mi cuerpo sea como la de un océano nacido de tu lengua
Quiero morir en el mar de los labios y deshacerme en los rincones de tus esquinas donde el viento sopla atrevido las silabas que esconden tu sexo.

Quiero bañarme en el vapor que inhuma tu cuerpo cuando me devoras con tus muerdos
Y quiero de tus entrañas la pasión que condensa las gotas de sudor que recorren mi cuerpo.
Quiero resbalarme de tu cuerpo humedecido
y que me persigas con un abrazo que no me deje escapar de tu dominio,
quiero que me doblegues y me derrumbes hasta que confunda
las lagrimas con sudor, el sudor con sangre y la sangre con placer
hasta que muera en el éxtasis de sentirme un pedazo de carne corrupta
hasta que las letras que se escriben en mi conciencia comiencen a desaparecer.


Gracias por visitarme. Gracias por esperar.

Juan Diego

escribeajuandiego@hotmail.com



12 abril, 2008

ESTOY TÍO!!!

Publicadas por Juan Diego 326 comentarios
El final de mi historia con Álvaro me dejó un poco triste. Decir que no me importa lo sucedido, que no me afecta ser engañado y que por ratitos no me sentí un tonto desgraciado, sería mentir. Sin embargo, el trabajo combinado y ordenado de mi madre, hermana y amigos íntimos permitió que Juandieguín pasara de una depresión en ciernes a una sosegada alegría. Sentirse querido hace bien.

Esta última semana mi madre y mi hermana me han dado de comer tanto que tengo provisiones en el estómago para dos largos meses. Ellas repiten segurísimas “barriga llena, corazón contento“ y, aunque mi peso no tarde en sufrir los estragos de tanta comida criolla y dulces de ensueño, para ellas comer en exceso no deja paso al dolor. Nada mejor que un ají de gallina para olvidar que Álvaro me floreó de lo lindo y un arroz con pollo bien taipá para no darme cuenta que lo esperé dos años en vano. Una inmensa porción de pye de limón para olvidar sus besos suavecitos y una taza, tazón, mejor olla de mazamorra de ser posible, para saber que nunca mas le haré el amor...

Fabián me regaló el último disco de Keane. Guillermo me llevó a comer los anticuchos por los que muero y que como por decenas (¡más comida!). Nadiana me hizo una fabulosa limpieza de cutis usando cremas frutales e intento hacerme la manicure, cura la depresión, dice, pero rechacé su ofrecimiento ipso facto, la mariconada no me da para tanto. Omar me regaló un libro de autoayuda “Como superar una ruptura sentimental” y Leonel, siempre osado, me regaló un hombre. Si, suena extraño, pero me regalo una cita sexual con un chico de veinte años, futbolista y dispuesto a todo, todo, todo. “Una noche con un chico rico y calentón para que Álvaro se borre totalmente de tu memoria” aseveró risueño y orgulloso de obsequiarme una fantasía que no pedí. Guillermo y Fabián se molestaron con él. “Sexo con desconocidos, no cura ninguna pena” gruñó Fabián. Guillermo me amenazó con quitarme el habla si aceptaba el regalo carnal. Tuve que rechazarlo... (qué pena). Leonel, indignado, se fue del depa recordando parte del diccionario de la grosería peruana.

En general, todos contribuyeron a que me sienta relajado, casi feliz. Por ratitos, algunos suspiros se escapaban de mi pecho sin pedirlo, empero la depresión no ganó la partida y Álvaro, nunca arcángel, siempre demonio, se fue ocultando en el horizonte de mis ganas.

Ayer, luego del trabajo, me dirigía al depa de Fabián a continuar con la cariñosa terapia de engreimiento. Antes, decidí ir a la tienda de la esquina por cigarrillos. Frente al mostrador, esperé paciente que Don Sósino, el bodeguero, versión viva de Don Pepe, me atienda como de costumbre. Eso no ocurrió. Su adolescente vástago tuvo la responsabilidad de brindarme mis necesarios cigarrillos. El jovencito de catorce años buscó mis cigarros favoritos por los anaqueles, vitrinas, estantes y rumas de la tienda. Nunca los encontró. La desesperación por fumar me invadía. Cuando quiero algo, y ese algo se me niega por algún motivo, tiendo a entrar en desesperación, peor aún si se trata de mis cigarros, y con el niño sudoroso buscando mis puchos por doquier, la desesperación quería asomarse por mis ojos, boca, lengua...

En ese momento, mis oídos fueron expuestos a una terrible explosión.

- ¡Pucha, tío, se han acabado los cigarros! - me dijo el chiquillo.

¿Me llamó tío? me pregunté. Probablemnte me llamaba tío a la usanza de los españoles. En esos casos, el tío es equivalente a que te llamen brother...

- ¿Cómo dices? - pregunté confundido.

- Ya no hay cigarros, señor - me respondió el niño.

- ¿Cómo dices?

Del fondo de la tienda salían otros chiquillos amigos del hijito de Don Sósimo. Escuché claramente cuando el boguederito le susurraba a su tropa. “Ayúdenme a buscar cigarros para el tío de camisa azul”

Ese infernal chiflido que pasea mi cuerpo en los momentos complicados empezaba a poseerme sin control. Esos mocosos me decían viejo sin decirlo directamente.

- Maestro - me habló un enano quinceañero. Miré a todos lados para cerciorarme de que realmente el pedazo de ser humano osaba llamarme maestro y decirle maestro a un gay es ponerlo a la altura de un maestro carpintero adulto o maestro albañil adulto o maestro de secundaria adulto. Ese grado de maestría no se parece a aquella que obtendré pronto por matarme estudiando cada noche, nooooo, esa maestría es el grado que recibes de boca de estos pequeños forajidos por ser viejo.

En eso llegó Don Sósimo y fue advertido por su hijo que el “tío de camisa azul”, o sea, yo, buscaba una cajetilla de cigarros. Don Sósimo atisbó que uno de sus clientes principales esperaba presuroso y me ofreció unos cigarrillos que solo él conocía. Rechacé la oferta automáticamente, mis pulmones se merecen lo mejor. Fue, entonces, que caminando fastidiado hacia un rincón de la tienda, escuché a uno de esos adolescentes infernales decir: “Que chinchoso el tío, porque no se lleva esos cigarros, tan viejo y engreído”

Tuve locas ganas de despedazar al niño aquel, de gritarle al mocoso malcriado que acabo de cumplir veintiocho años, que no soy viejo, que voy al gym, uso cremas de cuerpo y manos, y si estoy ojeroso es porque el ritmo de trabajo y estudios no me deja descansar como merezco. Quise decirle que no tengo arrugas, que me suelen echar veinticinco años o menos, que estoy en la plenitud de la vida y que mis sobrinos estarán de aquí a un tiempo prohibidos de llamarme tío. Cómo se atrevía ese chico esmirriado a llamarme viejo.

- ¡Encontré sus cigarros! - exclamó emocionado Don Sósimo. Extendió la mano y me dio la cajetilla. Pese a todo, una deliciosa sensación de alivio cubrió mi pecho. Pero ésta se detuvo cuando una voz rasposa y metiche golpeó mi oreja. Era una venerable abuelita. “Para qué va a fumar” reclamó la señora viéndome con cierto aire maternal. Iba a explicarle que trato de dejar el vicio y que... “Usted debe cuidarse, ya no es tan joven como para maltratar su cuerpo”

¡Qué se creía esa vieja!! No tenía autoridad cronológica para referirse a mi edad cuando ella sobrepasaba los ochenta años. “Tengo veintiocho años” le aclaré esbozando una sonrisa burlona. “Por eso se lo digo, ya no es tan joven” remató su maldad la vieja bruja.

No negaré que deseé ver a esa vieja bajo tierra mientras se alejaba moviendo las sandalias de jebe. Don Sósimo me regaló una sonrisa tan enorme que pude ver hasta sus muelas cordales y sin quererlo el bodeguero tonto remató la terrible faena de compra iniciada por el desgraciado de su hijito. “Ya, señor, vaya a casa tranquilo, ahi lo esperan su esposa e hijos, no haga caso a la viejita, jejeje...”

Claro está, he prometido no volver a esa pocilga de tienda en lo que me quede de vida. Salí de ahí con urgentes ganas de verme en un espejo. Nunca me había sentido viejo o algo parecido. Sé que no soy viejo, pero supe después de estos magros acontecimientos que ya no soy el chiquillo rico que parece chiquillo rico y que aunque los treinta estén a más de setecientos días de llegar a mi vida, para el mundo ya soy un adulto oficial, lo que es igual a ser viejo o, por lo menos, a no ser el jovencito que deseo siempre ser y que ya no soy... nooooo

Álvaro no contaba para mí, esa pena se había extinguido como por arte de magia, ahora el ánimo se me había alterado gracias a esos ciudadanos de bodega capaces de hacerme envejecer en un ratito. Necesitaba un cau cau urgente o un cebiche mixto con bastante ají o un bavarois de fresa para no deprimirme...

Llegué con hambre al depa de Fabián. Le conté a mi amigo lo que me había pasado. Cometí un error. A los cuarenta años y un poquito más, Fabiancito no debía escuchar estas cosas. Qué consejo puede darme alguien que tiene un arsenal de cremas antiarrugas. Mi amigo me vio niñito de veintiocho, luego se paró frente al espejo y estalló en un interminable llanto. ¡Si tú estas viejo, yo anciano! barbotaba.

Cuando llegó Guillermo se asustó con la escena. Juan Diego, a quien quieren evitarle la tristeza, calmaba la tristeza lacrimógena de Fabián. No entendió nada el chato renegón que jamás tendrá el talento de calmar con tino alguna pena. ¡Ya cállense, carajo! requintó. Jaló a Fabián frente al espejo y le exigió que deje de verse como anciano. Me llevó hacia otro espejo y me dijo, aliviándome, que me veo más joven que él y que Leonel y que Omar y que Nadiana. “Pareces el menor de todos”. Sentí cierto alivio. Empezar a hacerme viejo pareciendo el menos viejo de mi entorno es un mérito que no busqué, pero que me hace sentir menos hambre.

De pronto sonó mi teléfono. La tía Dora, una octogenaria tía de mi padre acababa de morir. La verdad, vi a la señora una sola vez en mi vida, así que pena no llegué a sentir. Pero al colgar el teléfono reparé en que sí me hacía viejo porque la gente que era vieja vieja ya se estaba muriendo. Me dijeron cierta vez que un síntoma de vejez se halla en verificar que la gente mayor que tú empieza a morir en serie, y esta tía Dora era la séptima tía de mi padre que se moría en los últimos dos años.

¿Que raro no? Yo siento que apenas empiezo a vivir y los demás me ven como tío. ¿Cuestión de percepciones? No sé. Pero al observar a mis amigos debatiendo sobre si éramos o no viejos y ver a Fabián llorando como Magdalena porque las cremas no son lo que prometen, me sentir súper maricón. Si, me sentí más gay que nunca al percatar en que doy demasiada importancia al querer ser siempre joven, cosa típica de los gays.

No me siento viejo, ni soy viejo, ni quiero parecer viejo, es que la vejez está asociada con muerte y quiero a veces ser un gay que vive para siempre. Me llevó tantos años aceptarme completamente que siento que no llevé la infancia y adolescencia que debía, y al llegar a los veintitantos quiero vivir la adolescencia gay que no tuve. El rollo es más complicado de lo que parece. La vejez está, también, asociada con soledad, y ser gay y viejo es igual a estar solo. Será por la importancia que los gays damos a la apariencia física que todos queremos ser jovencitos para siempre, y el paso de los años es casi una condena a quedarte solo.

¿Será por eso que los gays casi nunca dicen su verdadera edad? Casi siempre se la bajan, siempre queremos parecer menores de lo que somos. Es una forma de sentirnos menos solos o de no condenarnos a estarlo.

El tiempo pasa inclemente y no lo puedes detener. Cuado menos cuenta te das, tienes las responsabilidades propias de un adulto, y eso te convierte en tío aunque no quieras. Además, y como para sentirme menos mal, debo reconocer que a los catorce o quince años todos nos parecen tíos, hasta los gays que no quisieran nunca serlo.

A veces vemos pasar la vida y seguimos solos, y sentimos que las cadenas de la soledad empiezan a oprimir, como si una pareja sentimental fuera lo único que puede hacer sentir menos solo a un gay. Pero envejecer con alguien al lado debe ser menos trágico que hacerlo en soledad.

Guillermo dice que envejecer no es un temor propio de los gays, es de todos los seres humanos. ¡Pero, carajo, aquí ninguno es viejo! aclara. Leonel dice que hay que tener sexo con la mayor cantidad posible de hombres de tal forma que cuando seamos viejos y no tiremos con nadie, recordaremos esos momentos placenteros y nos sentiremos menos infelices. Omar dice que los heterosexuales se vuelven viejitos acompañados de sus hijos, los gays, no. Nadiana no quiere tocar el tema. Travesti y vieja, debe ser una fatal combinación.

Este parece ser un mundo solo para gente joven y bonita, pero no es verdad. Es un mundo para todos. Para los jóvenes y los ya no tan jóvenes y para los que no son tan jóvenes y quieren sentirse así, y para los viejos que son viejos y quieren ser jóvenes y para los viejos que se resignaron a serlo.

Fabián cesa su llanto y dice lo que siempre repite cuando tiene su depresión asociada con la vejez: "lo importante no es la edad, sino vivir intensamente". Y tiene razón. Siempre dije que no me importaría ser viejo, que lo más importante será llegar a los cincuenta habiendo logrado aquello que me propuse. No obstante, la vejez tiene apariencia fantasmagórica y quieras o no, asusta.

Nunca me habían dicho viejo ni me había sentido cerca de serlo. A los veintiocho años sería estúpido sentir que estás en la senectud. Pero viendo a mis papás con el cabello bañado de canas, ver a mis sobrinos crecer desmesuradamente, asistir a la boda de mi hermano menor, cansarme un poquito más, aburrirme un poquito más, preocuparme por el futuro un poquito más, me hace sentir que, por más que no quiera, soy un adulto promedio.

Voy a las discos y bailo como si tuviera dieciocho. Salto, chillo y me divierto como de dieciocho. Sueño, anhelo y devaneo como a los dieciocho. Sin embargo han pasado diez años desde que recibí mi primer DNI y aunque hoy me dijeron tío, la experiencia de vida acumulada me hace mejor que a los dieciocho. Soy mejor hijo, amigo y ciudadano que a los dieciocho, mucho mejor amante que a los dieciocho... Y, sí, hay mucho de niño en mí, tan niño que me enloqueció el chiquillo que me llamó tío, pero ser niño es parte de como me siento no de lo que soy.

Mamá y mi hermana me llaman al celu. Quieren que vaya a comer esas enormes y ricas papás rellenas que preparan. Me olvido otra vez de la dieta y corro hacia ellas, corro hacia casa donde sus besos y atenciones me harán sentir niño, niñito engreído, siquiera por un ratito. Mi sobrina me ve llegar y me grita feliz ¡Tíoooo! La abrazo fuerte y nos sentamos a la mesa a ser engreídos como los niños que somos, ella de nueve y yo de veintiocho...

09 abril, 2008

EL ADIÓS...

Publicadas por Juan Diego 469 comentarios

Álvaro me esperó en Tarata con Larco el martes por la noche. Nunca llegué. Decidí no ir. Estos días me dediqué a pensar en lo que fuimos y en lo poco que somos. Cuestioné cada cosa viví a su lado. La espera de dos años aletargó mis ganas de besarlo. Cuando lo tuve frente a mí un sismo de gran magnitud remeció mi equilibrio, pero no fue suficiente.

Mi historia con Álvaro no empezó bien. Cuando empiezas con una mentira, todo lo demás está destinado al fracaso. Álvaro apareció en mi vida cuando me sentía solo y necesitado de un te quiero. Su presencia llenó mi cabeza de estrellitas de ilusión, creí en sus palabras, en sus besos, en nuestra única noche de pasión.

Dice él que yo le exigía abandonar a Claudio. No le pedí eso. Le pedí compromiso, porque si amas, luchas, si no solo son palabras que se pierden en la brisa, y sus palabras, sus tantas palabras se perdieron etéreas en algún lugar adonde no quiero ir a buscarlas...

Me pregunté mil veces si lo amé, hoy creo que no. Tal vez sea una intransigencia fruto del naufragio que significó perderlo y perderme. No obstante, Álvaro no está incluido entre los amores de mi vida.

Pero, cuando me llamó para citarme, sentí una vibración extraña que abarrotó toda mi armadura. Álvaro es Álvaro y me mueve el piso. Le dije que sí, que estaría en nuestra esquina de siempre a las ocho en punto. No fui.

Me atrevo, aunque no sé si deba, a postear algunos de los correos electrónicos que él y yo intercambiamos los últimos dos años, haciendo énfasis en los intercambiados la última semana.

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Madrid, 16 Mayo 2,006
De: xxxxxx@hotmail.com
Para: jxxxxx@hotmail.com
Asunto: Te amo

Dieguito de mi vida:

Perdóname no haber escrito antes, adaptarme a una nueva ciudad es muy complicado. ¿Como estás mi amorcito? ¿Me extrañas? Yo te extraño mucho y no veo las horas de volver a Lima y abrazarte. Me encontré con Miguel y Clarita, les conté de ti y mueren por conocerte.
Respóndeme pronto para quedar en encontrarnos por el msn y vernos por web cam. Extraño tu carita linda, tu boca rica, tu espalda suavecita, tu olor a tabaco y chanel.
Te amo mas que nunca.

Tu Álvaro

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Madrid, 24 Mayo 2,006
De: xxxxxx@hotmail.com
Para: jxxxxx@hotmail.com
Asunto: Qué fue????

Niñito resentidito con olor a tabaco y chanel:

Porqué no me ha respondido el correo??? Cundo en la desesperación. Te amo weboncito del alma y el cuerpo.
Pienso que estás resentido conmigo por no haberte escrito los últimos seis meses, pero debes entenderme, esta última etapa no ha sido fácil para mí. Me dijeron en tu casa que estabas viviendo solo, no me quisieron dar tu nuevo fono :(
Toy triste...
Respóndeme por favor...
Te ama

Tu Álvaro (Muy triste)
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Madrid, 12 Junio 2,006
De: xxxxxx@hotmail.com
Para: jxxxxx@hotmail.com
Asunto: No me odies...

Juandidieguitodiego del alma con olor a tabaco y chanel:

Deje ya la molestia con éste su seguro amante servidor. Me dicen sus amigos que está bien, que no le ha pasado nada malo, solamente no quiere hablar conmigo. ¿De qué me culpa? Nunca le mentí, solo omití lo de Claudio, no era justo ni para ud, ni para él, ni para mí que la situación hubiese sido compartida.
Me cuenta Fabián que te va muy bien en el trabajo, chazzzaaaaa con el Marketing de la moda que tanto te gusta... Te extraño como mierda, como si el mundo fuera solo un sitio para amarte. La distancia me ha hecho ver que te necesito más, pero necesito tiempo para calmarme.
No seas malito conmigo. Respóndeme.
Te amó y ama

Tu Álvaro :(
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Madrid, 9 Octubre 2,006
De: xxxxxx@hotmail.com
Para: jxxxxxx@hotmail.com
Asunto: No puedo más...

Diego:

Carajo te he escrito unos 50 correos y tu nada de responderme. Solo quiero que me digas lo que piensas, lo que sientes por mí y sobre nosotros. Después de eso no vuelvo a joderte.
Te he llamado al celu, escuché tu voz, dije aló y me cortaste... ¿Porqueeee???
Escucha nuestra song... y escríbime...

Tu Álvaro
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Madrid, 14 Noviembre 2,006
De: jxxxxxx@hotmail.com
Para: xxxxxx@hotmail.com
Asunto: Hola

Álvaro:

Te escribo por única y última vez. No vuelvas a decirme te amo, esa es una frase muy amplia para alguien que miente y que escapa. Puedes hacer con tu vida lo que quieras, yo hago con la mía lo que mejor me parece.
Yo no te amo, ni podría amarte.

JD
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Madrid, 14 Noviembre 2,006
De: xxxxxx@hotmail.com
Para: jxxxxx@hotmail.com
Asunto: Re: Hola

Diego, porque me hablas así????? Si me vine fue porque estaba a punto de perder la visa, te dije que me venia para trabajar por nosotros y poner un negocio en un par de años. Porque eres tan incomprensivo???? Me llegas al pincho. Eso que tu tienes es engreimiento, eres un chiquito malcriado que quiere vivir una vidita de principe o princesa... yo soy un ser humano oeeeee con defectos también, no es mi culpa si me idealizaste.

No te preocupes, no te llamare ni escribiré más.
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Madrid, 24 Diciembre 2,007
De: xxxxxx@hotmail.com
Para: jxxxxx@hotmail.com
Asunto: Feliz Navidad

Hola Juan Diego del alma con olor a tabaco y chanel:

Ha pasado más de un año desde nuestro último e-mail, cuanto te he extrañado. Que pena que las cosas se dieran así... tu lo quisiste así, no yo.
Pasa una linda navidad junto a tus viejitos y familia, salúdame a tu patas y diles que los quiero mucho y extraño, al chato Guillermo, al Fabiancito, al loco Leonel, al buenito del Omar y la rica y mamachita Nadiana...
Como estás?? sé que bien. Estoy al tanto de todos tus pasos y sé que en más de una ocasión me piensas, sobre todo cuando escuchas nuestra canción.
En febrero llego a Lima. Espérame por fis...

Tu Álvaro (siempre)
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Álvaro llegó en Febrero y no me buscó. Fue circunstancialmente, en Marzo, que me lo encontré en la disco. Me citó. Necesitaba hablar conmigo urgente, decirme “su verdad”. Preferí no ir. Preferí quedarme en casa a pensar en mí y en lo bueno que me merezco.


Esa misma noche me escribió un e-mail:


Lima, 25 de Marzo 2,008
De: xxxxxx@hotmail.com
Para: jxxxxx@hotmail.com
Asunto: Me plantaste

No sé que hice de malo para que me trates como me tratas. Ya me cansé de rogarte, de pedirte que me perdones por cosas de las que no estoy seguro que hice mal, pero como el maravilloso Juan Diego necesita que se le pida perdón casi de rodillas lo he hecho con humildad.
Me dio risa y coraje leer tu blog. Como has sido capaz de ventilar nuestra historia tan abiertamente??????????? Me gusta como me describes inicialmente y me parece terrible como me pintas después. Si me fui del país fue porque perdía la visa y porque necesitaba pensar en mí. ¿Es eso un delito?? No lo es, un delito es que me ames como me amas y me des la espalda. Pero ya decidí olvidarme que existes. No sé si te amo, tal vez es pasión lo que siento por ti, unas ganas locas de sentirte adentro mío, tal ves sea solo eso, y como ni para curar esta arrechura me sirves ahora, será mejor dejarte en paz y quedarme en paz.
Adiós Diego y gracias por hacer que cientos de desconocidos insinúen entre otras cosas que soy un vividor, sinvergüenza, tarado, imbécil, etc.

Has puesto el punto final ideal a esta estúpida historia.
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En ese mismo momento decidí responderle:


Lima, 25 de Marzo 2,008
De: jxxxxx@hotmail.com
Para: xxxxxx@hotmail.com
Asunto: Adiós

Álvaro:

Cuando llegaste a mi vida creí que eras el hombre de mis sueños. Tienes razón, fui un tonto en idealizarte. El día aquel que te vi con Claudio, besándolo, abrazándolo, supe que había sido un tonto.
No creo que me ames, creo que guardas por mí el anhelo normal de quien no puede concretar algo que había deseado siempre. ¿Crees que, eternamente, voy a estar dispuesto para ti?
Hoy termina nuestra historia. Me quedó sin ti, te quedas sin mí, es lo mejor... Sabes, no nacimos para estar juntos. No naciste para estar junto a mí, talvez, junto a nadie...
Si no te encontraba en la disco, no me habría enterado que estás en Lima. Tú no me amas, yo no te amo, somos dos loquitos que imaginaron alguna vez que eran importantes el uno para el otro, pero que no fueron capaces de demostrarlo. Tú más que yo.
Te hubiese dado mi vida en algún momento, pero te fuiste.
Al irte, renunciaste a mí. Al volver, has vuelto a renunciar y he renunciado...
Quizá soy complicado y debería hacer las cosas más fáciles. Pero, no, no soy así, soy difícil, pues, y tú más difícil, y lo que vivimos y viviríamos todavía más difícil... Pensarte me da ganas de llorar, me cubro de nostalgia y pena, porque escucho la que era nuestra canción y me sobrecojo... y puta madre!!, Álvaro de mierda, quisiera no ser tan soñador, y no haber imaginado nunca que aunque habían pasado dos años ibas a volver a mí diciéndome te amo, y que correrías del avión a mis brazos... Pero ya ves que soy soñador y complicado, pésima combinación que obstruye que pueda hacerme el loco con aquel que hizo mi vida complicada, con el que prefirió marcharse a amarme, el que escogió alejarse que quedarse a acurrucarme, el que prefirió tener una pareja española durante el tiempo que me enviaba muchos correos electrónicos (lo vi en tu hi5 alternativo) a estar compartiendo la brisa helada de la Lima de nuestros desencuentros. Si, pues, soy complicado por no saber que te irás la otra semana por otro par de años, que tu pareja ya habla de matrimonio gay (de blanco, imagino), que te fuiste el sábado de una discoteca con un chiquillo mucho menor que tú, previos besos aventureros por la pista de baile... Soy complicado y soñador, Álvaro, por que no acepto verte para irnos a la cama un rato después de enterarme por boca de Fabián que tienes un hijo de 4 años y que tu retorno fortuito es para acelerar el trámite de divorcio de la que es su madre. Ves, Álvaro, que Juan Diego te idealizó en extremo, que te creyó un arcángel (lo viste en el blog).
Adiós, Alvarito... hoy termina nuestra accidentada y estrafalaria historia. Nunca te mentí, nunca jugué contigo, nunca pretendí dañar a nadie, ni dañarte.
Perdóname por ser tan complicado y difícil, y gracias por darle un final dramático al siguiente post de mi blog...

Nunca tuyo

Juan Diego

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Lima, 25 de Marzo 2,008
De: xxxxxx@hotmail.com
Para: jxxxxxx@hotmail.com
Asunto: Re: Adios

Sólo espero que no vayas a contar todo esto en tu blog, porque ahora todo lo pones ahí... Las cosas no so tan sencillas como tú las pones Diego...
Perdóname si??? Pero no pongas nada de esto públicamente, hazlo por el amor que nos tenemos o tuvimos y porque tu Alvarito no se lo merece...

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Lima, 25 de Marzo 2,008
De: jxxxxx@hotmail.com
Para: jxxxxxx@hotmail.com
Asunto: Re:Re: Adios

No te preocupes... No me da para tanto.


Juan Diego

06 abril, 2008

FUEGO DE NOCHE, NIEVE DE DÍA

Publicadas por Juan Diego 123 comentarios



UNA CANCIÓN HERMOSA PARA MATIZAR MI NUEVO POST. RICKY MARTÍN LA CANTA CON INUSITADA FUERZA, TOCA EL CORAZÓN, SIN DUDA...

GRACIAS POR SUS VISITAS Y LECTURAS. GRACIAS POR COMENTAR Y PARTICIPAR ACTIVAMENTE DE ESTE PEQUEÑO BLOG.

CUANDO EMPECÉ CON ESTO DE COMPARTIR MIS VIVENCIAS EN LA BLOGÓSFERA, IMAGINÉ LLEGAR A UNAS CUANTAS PERSONAS Y AÑORABA QUE SIQUIERA MIS AMIGOS MÁS CERCANOS SE ATREVIERAN A DEJAR UN COMENTARIO.

ME SIENTO SORPRENDIDO POR TANTAS VISITAS E IGUAL NÙMERO DE COMENTARIOS. ES UNO DE LOS BLOGS MÀS COMENTADOS DEL PERÚ, Y ESO ME DICE QUE LO QUE ESCRIBO NO ES TAN MALO Y QUE, ADEMÁS, LOGRA DESPERTAR CIERTAS EMOCIONES EN LOS DEMÁS.

GRACIAS A TOMÁS FONZI, MI ADMINISTRADOR Y AMIGO. GRACIAS A TODOS USTEDES POR EL CARIÑO GRATUITO. GRACIAS, INCLUSIVE, A AQUELLOS QUE ME ENSEÑAN A MANEJARME POR EL MUNDO CON LOS OJOS BIEN ABIERTOS Y CON UNA GRAN SONRISA EN LA BOCA.

EL PRÓXIMO POST NO SOLO SERÁ ESCRITO POR MÍ, TAMBIÉN POR ÁLVARO...

HASTA MAÑANA

JUAN DIEGO

31 marzo, 2008

UN OLOR A TABACO Y CHANEL

Publicadas por Juan Diego 260 comentarios
El sábado, para variar, fuimos a la disco. Fabián y yo no andábamos muy entusiasmados con la idea. Sin embargo, la alegre presión a la que fuimos sometidos, nos forzó a soltar los pies y mezclarnos con el bullicio destemplado del espacio centelleante que nos hace bailar casi por inercia.

Era una típica noche de discoteca. Leonel esperaba que Paul, su amante heterosexual, le marque al celular para saber que estaba libre y podían encontrarse. Cada sábado algún acontecimiento familiar retiene al muchachito hasta las tres de la madrugada. Omar bailaba un poquito más allá con un chiquillo de la selva que, dicen, baila ritmos de su tierra como nadie y que, en hilo dental deja ver las dos más bellas montañas de carne techocumbieras del oriente peruano. Nadiana estaba en el camerino en plena sesión de maquillaje y peinado alistándose para salir al escenario a cautivar como Edith Piaff. Fabián odiaba al triple a Paulina Rubio porque el DJ decidía poner una semblanza musical de la mexicana y el aburrimiento que lo oprime cada sábado a eso de las dos de la madrugada empezaba a apoderarse de sus pies. Guillermo miraba desesperado su reloj. Armando, el chico con el que sale hace tres semanas, no llegaba. El humor de mi amigo no era el mejor, sería plantado por segunda vez en una misma semana y el chato no estaba dispuesto a soportarlo. Yo, bailaba solo, como me gusta, y miraba disimulado a un pata simpaticón que me hacía ojitos a casi dos metros de distancia...

De pronto, algo cambió. Mis ojos se dilataron imprudentes y mis oídos registraron un chillido que remeció mis tímpanos para acabar alojándose cerca de mi pecho. El aceleramiento nervioso que vivió mi corazón es difícil de explicar...

Cuando menos me lo imaginaba, cuando menos debía pasar, cuando más vulnerable está mi espíritu por esto de arrastrar arbitraria soledad y andar sin compañía sentimental hace tiempo, cuando me dedico solo a trabajar y escribir, justo ahora, justo cuando ya ni me acordaba de él, mis ojos se cruzaron repentinamente con los ojos dulces y alegres de Álvaro.

Álvaro también dilató las pupilas y me vio con una mezcla de grata sorpresa y nostalgia. Me sonrió. Fingí que no lo había visto y seguí bailando con Paulina Rubio. No me quitó la mirada durante todo el rato que duró ‘te daría, te daría, te daría mi vida…’ La Rubio hubiese tenido que cantar en ese momento ‘te hubiera dado mi vida…” y así yo habría podido decirle en su cara aquello que nunca le dije. Álvaro apenas se movía y sonreía disimulado con sus acompañantes. Fabián, siempre observador, percató de la presencia que había dilatado mis columbres y me miró con el entusiasmo de quien descubre el mapa de un tesoro y desea que su amigo corra a buscarlo en ese momento. Leonel se olvidó de que Paul no timbraba y Guillermo que Armando no llegaba y Omar que a su lado tenía el mejor culo de Loreto. Ellos me rodearon avivando la expresión como si realmente todos tuvieran un mapa para que Juandieguín encuentre el tesorito que alguna vez no pudo buscar.

- ¡Diego, allí está Álvaro!!! chilló Leonel.

Quise evitar que Álvaro se percatase de la emoción que se vivía entre mis amigos. Fue imposible. Leonel alzó las manos saludándolo, le siguió Guillermo, Fabián puso su mejor cara, Omar abrió los brazos esperando un abrazo, yo seguí bailando solo, como si nada de lo que se ponía frente a mí realmente importara, como si Álvaro riquísimo y feliz no me importara. Paulina regalaba su última canción y gritaba ‘ni una sola palabra, ni gestos…’

En ese momento mi cuerpo perdió gravedad y mi alma vivió una suerte de impávido suspiro que casi me ahogó. Álvaro estaba frente a mí, sonriente, casquivano, con la misma risita de pendejo que juega a ser macho gay, con un polo blanco que traslucía sus pectorales bien formados, con el cuello blanquísimo, la boca dibujada y los ojos brillosos. Su cabello chipoteaba jugando cómplice con el aire acondicionado. Mis oídos solo registraron un campaneo de iglesia vieja que al mezclarse con el seseo de Paulina y los gritos agudos de las locas vecinas, convertían ese momento en terrible.

- Hola Juandi - me habló pegando su boca a mi oreja. Un hilillo de aire suyo se coló cerca de mi cuello.

- ¡Álvaro! - exclamé más idiota que de costumbre, simulando que no lo había visto y que su presencia encantadora era una sorpresa.

Él me miró fijamente tratando de meter sus pupilas en las mías, como tratando de encontrar al Juan Diego de hace dos años en ese momento. Sus brazos me tomaron de la cintura mientras se acercaba cada vez más procurando hacerse escuchar entre la música estrepitosa. Me quité sus manos de encima. Ya no era su Juandi, no. Ciertamente, tenerlo cerca me acalambraba el alma. No obstante, Álvaro no se merecía verme sometido a sus encantos.

Conocí a Álvaro hace dos años. Me congelaba en la esquina de Tarata con Larco esperando a Leonel. Para variar, mi impuntual amigo me hacía esperarlo. El frío inclemente de esa noche latigaba cada palmo de mi cuerpo. Garuaba y una gris neblina cubría Miraflores.

El agua que se desparramaba del cielo se estancaba en mi cabello destruyendo mi peinado, dejando a la vista una mata negra sin forma que se escurría hasta mi frente. Leonel, ausente, y yo al borde de un ataque de histeria. Cuando entre las sombras zigzagueantes de aquella noche vaporosa, zigzagueó frente a mí la figura de un ángel. Las luces de los autos que se detenían ante el semáforo enloquecido por la lluvia, advertían una cara linda, con ojos enormes y cabello cayendo sobre una frente amplia, con hoyitos en las mejillas y labios de niño. Ese angelito caído del cielo nublado me hablaba, pero mis oídos atormentados por el chasquido metálico de los autos y por una suerte de estrafalario trompeteo nervioso eran incapaces de escucharlo.

Quizá quería saber si no había encontrado sus alas o si conocía la manera en que podía regresar al paraíso. Quizá estaba perdido y pensó que la mata negra de mi cabello era el casco de un policía de turismo. Quizá solo quería saber que hora era en la tierra o era mi ángel de la guarda que llegaba a custodiar mi impaciencia y mi antiestético peinado.

. Hola que tal, me llamo Álvaro - saludo tierno y masculino el arcángel.

Como casi siempre me pasó con él, no supe que decir.

- Hace frío, ¿no? - hablaba melodioso mientras sus brazos cruzaban su pecho -. ¿Te comieron la lengua los ratones? Je,je… Bueno, vuelvo a presentarme, soy Álvaro…

- Yo Juan Diego - logré decir.

El frío y la lluvia importaron un carajo en ese momento. Fui poseído por el espíritu de la conchudez gay y solté casi toda mi biografía. Álvaro me escuchó atento y luego me contó de él. Hablamos, reímos, me invitó a caminar y saber que Leonel estaba por llegar también que me importó un carajo. Me dijo que me había visto desde hacía rato, quería acercarse a mí, pero mi lucha constante con el agua empozada en mi cabeza lo detenían. Me sorprendió escucharlo decir que se había dicho “tengo que acercarme a él, no puedo perder la oportunidad de conocerlo”. Eso me atrapó. Me pegó a él. Fuimos inmensamente gays esa noche lluviosa. No hicieron falta los preámbulos típicos con preguntitas tontas acerca de si eres realmente homosexual o tal vez… Álvaro y yo nos manejamos con miradas y risas, con un extraño calor que aplacaba la baja temperatura. Caminamos lento mientras me contaba de su perro Campeón y de su trabajo en una importadora y de sus ganas de hallar el verdadero amor.

Su signo zodiacal compatible con el mío, sus sueños parecidos a los míos, sus manos rozando las mías. ¡Eso era una locura! Tres horas después y sentados en la banca vieja de un parque nos habíamos contado casi todo.

Nos despedimos luego de intercambiar números telefónicos y mirarnos acojudados como tortolitos con las alas ociosas poco listas para volar y despegarse el uno del otro. Lo vi alejarse haciéndome adiós con las manos grandes, sonriendo como niño malcriado, caminando en retroceso para no despegar sus ojos de los míos.

Desde ese día, nos frecuentamos a diario, hablábamos horas por teléfono y por la noche nos veíamos por web cam. A los dos días no aguantamos y nos dimos un beso largo con manoseo incluido. Fue una semana intensa.

Debo decir, para los que no saben, que soy fumador, a veces empedernido fumador. Álvaro llegó a mi vida y tuvo, automáticamente, la firme idea de alejarme del tabaco. Todos los hombres importantes en mi vida lo han intentado. Fumo hasta hoy.

Alvarito se quejaba del olor a tabaco, de mi boca YSL con nicotina, de mis besos con sabor a madera ahumada. Pero me besaba con locura, quería comerse mi boca en cada beso, succionarme la embocadura por completo. Mi olor a tabaco lo alocaba. Me decía algo lindo, alguna de esas cosas maravillosas que él sabe decir para trasladarte a las nubes albas, luego su carita de ángel se cargaba de pasión, su lengua jugaba traviesa, osada, me abrazaba fuerte, me pegaba a él, su nariz me recorría el cuello cual si fuera franela, raspaba de electricidad mi yugular, se detenía en mi mentón, volvía a mi boca, mordía suavemente mis labios ansiosos de él, sus manos temblaban durante el recorrido que le daba a mis formas, introducía una pierna entre mis piernas, me olfateaba, bebía, volvía a olfatear… ¡Puta mare! soltaba con los ojos blanquizcos por la pasión desplegada. ¡Me traes loco, carajo! chillaba como si odiara estar loco por mí.

Yo estaba loco por él. Álvaro traspasaba sin esfuerzo los linderos de mi calma. Era un ángel con dosis altas de demonio apasionado que me tomaba entre sus brazos y anulaba mis fuerzas, mi cordura. Debilitaba la resistencia de mis piernas y convertía sus labios en un nuevo vicio. Su voz me otorgaba amplias cuotas de locura y a la vez pacificaba mis miedos, ganaba la batalla de mis temores…

Cuando lo presenté a mis camaradas, ellos lo recibieron como se recibe a un héroe de guerra, con honores y respeto. Mis amigos lo acogieron rápidamente, excepto Guillermo. Mi ex-pareja y amigo, lo vio con recelo. Me dijo después, “es guapo, pero… hay algo en él que no me convence“. Como suele decir siempre “a mucha perfección hay que ponerle él doble de atención”. En cambio, Leonel y Fabián pasaron a engreirlo y quererlo luego de diez palabras. Nadiana se dejó encandilar por su caballerosidad y Omar recibió emocionado sus consejos directos y francos. Guillermo siguió viéndolo con desconfianza. Así es él…

Luego de una semana, me pidió ir a la cama. Siempre he sabido que a la cama no debo ir tan rápido. Lo fácil no es apreciable, y aunque el extasis sensorial en el que el susodicho me dejaba hubiera permitido que haga el amor en pleno centro de Miraflores, era mejor hacerme el loco.

Fue invitado a nuestra salida habitual a la disco de los sábados por la noche. Se escusó argumentando que un acontecimiento familiar le impedía acompañarnos. Fuimos sin el arcángel a vivir la experiencia loca de cada fin de semana. Lo extrañé en cada canción, me aburrí, no miré a ningun chico guapo, solo imaginé a mi angelito bailando con su mami y brindando por la unión familiar.

Al día siguiente no me respondió el celular. Se desapareció toda una semana. Le debí haber enviado unos doscientos e-mails. No obtuve respuesta alguna.

Entré en pánico. Su ausencia me ocasionaba terribles sensaciones, dolores de cabeza y malestar estomacal.

Las apuestas corrían entre mis amigos. Todos especulaban sobre los posibles motivos de su ausencia. Nadiana decía que tal vez tuvo que viajar de buenas a primeras y se olvidó de llevar mi teléfono, correo electrónico, etc. Leonel aseguraba que yo había cometido alguna estupidez. ¡Quizás dijiste algo que le incomodó! me reclamaba. Repasé cada una de nuestras conversaciones y negué esa posibilidad. Omar decía que el amor verdadero es así: injusto. “Si encuentras el amor déjalo ir, si vuelve es tuyo, si no nunca lo fue” expresaba con la sapiencia de quien conoce el dolor como nadie. Fabián me habló más paternal que nunca: “Te diré algunas cositas que a veces haces con los chicos“, me dijo. Enumeró decenas de cosas que según él suelo hacer cuando me involucró con un hombre. Debo admitir que algunas eran ciertas, las otras, exageraciones de mi amigo.

Guillermo no decía nada. Tuve que obligarlo a dar su opinión. “¿Quieres de verdad que te diga lo que pienso? Pues creo que ese chico tiene otra relación.” afirmó seguro originando una protesta de todos los panelistas asistentes al talk show de mi vida. ¡Eso es imposible! reclamaba Omar. “Solo es el destino que se torna injusto con aquellos que…” ¡Calma! exigía Nadiana. “Piensen que, quizá, tiene graves problemas existenciales, eso es común en la gente gay”. Tenía razón. “Noooooooooo…” bufaba Guillermo. “Ese chico esconde un secreto terrible, estoy seguro” Leonel puso esa cara de tragedia que pone cuando descubre una verdad espantosa o cree haberla descubierto. “¿Y si es seropositivo? gritó. ¡Cállate! voceó Fabián. “Están especulando y eso daña a Juan Diego”. Fabiancito ya me había dañado un poquito al hacer un análisis de lo desgraciado que podía ser con los hombres. Sin embargo, tenía razón. Cada hipótesis lanzada desgarbaba mi ánimo y aunque necesitaba conocer los motivos reales de la ausencia de mi arcangel, especular me escarapelaba la tranquilidad.

Llegó el sábado siguiente y fuimos como de costumbre a bailar, a desatar esos fragores internos que se acumulan en stress y pena existencial. Bailé como Joaquín Cortéz, zapateando, saltando, agitando el cabello. Debía botar aquellas dudas que me atormentaban. En ese momento, Leonel y Guillermo regresaron del baño con la expresión desencantada, pálidos, con un extraño tic que convulsionaba sus labios. Ambos hablaron con Fabián y Omar, murmurando algún chisme que yo no podía escuchar. ¿Qué pasa? pregunté. Todos me vieron con cara de heroína de telenovela venezolana cuando va a decir una verdad dolorosa.

Entendí que se trataba de Álvaro, lo intuí. No dije nada y caminé con dirección al baño. Sabía que esa era la ruta para hallar la verdad. Mi corazón palpitaba como marimba de banda escolar. Mis amigos corrieron tras de mí. No pudieron evitar que logre ver a Álvaro. Allí estaba, lindo, mirando a todos lados, rodeado de gente que reía. Me vio a distancia. Nuestros ojos se encontraron y se vieron con esa misma nostalgia que solo se puede describir con la canción que matiza este post. Estuvo presto a acercarse a mí. Sonreí como perdonando sus ausencias, sus silencios, tendría motivos valederos para explicar lo sucedido. Pero vi, claramente, que un tipo de unos cuarenta años, quizá más, se trepaba de su cuello y lo besaba efusivo mientras toda la ronda aplaudía. Álvaro no me quitó la mirada de encima todo el rato.

Mis amigos me abrazaron llevándome hacia un lado. La verdad, estaba destruido. No sé si me había enamorado, quizá sí, quizá no. Creo que sí. Mis ojos se llenaron de lágrimas, me sentí pequeño, niño, tonto. Sentí que no había nacido para amar y que era un gay más, a veces estúipido y soñador que cree que hay gays capaces de decir la verdad e intentar amar. Corrí al baño. Me encerré. Mis amigos tumbaban la puerta. Quería estar solo, desaparecer. Cuestioné mi idiota romanticismo, mis ideas pasadas de moda, fui infeliz…

Fingí salir renovado. Leonel me abrazó y amenazó con desfigurar a Álvaro. La verdad es que si le daba permiso, él era capaz de hacerlo. Solo faltaba que Guillermo diga su eterna frase: “demás está decir que te lo dije”. Lo hizo, finalmente, originando la protesta de todos los que asistían al segundo capítulo del talk show de mi dramática vida amorosa.

Pero toda la conversación se cortó abruptamente cuando Álvaro se acercó. Leonel y Guillermo hubieran sido auténticos ninjas destripadores si yo lo hubiera querido. El ex-arcangel me llevó a un lado. Se ahogó en un mar de disculpas que no podían disculpar nada. Le pedí callarse. Al fin y al cabo, no eramos nada, apenas amiguitos cariñosos, cosa típica en los gays. Durante una semana jugamos a apasionarnos, más nada.

- Juan Diego, yo te amo - me dijo mirandome fijamente a los ojos -. Eres el chico que soñé, el hombre que busqué siempre. Es solo…

Enmudecí. Álvaro me amaba. Lo veía en sus ojos y esos ojos grandes no mentían al avivarse así. Pero… de qué servía eso.

Me pidió vernos el lunes. Acepté.

Rápidamente, Leonel, la urraca del grupo, se encargó de averiguar todo sobre esa parejita. Alvaro y Claudio, así se llamaba el tipo que lo seguía besando, tenían casi siete años de relación, vivían juntos y tenían su propio negocio: una importadora. El tal Claudio, decían, era un pan de Dios, un tipo bueno que trabajaba para fundaciones que ayudan a gays en fase terminal de sida. Es decir, el tipo era el arcangel, Álvaro su acompañante y yo el demonio que sin querer se metió entre ellos.

Pero como a veces Leonel bebe raciones de maldad líquida, se encargó de presentar a nuestro grupo con su grupo. Fuimos recibidos con beneplácito. Jóvenes, guapetones, bien presentados. La incomodidad me carcomía de principio a fin. Para mi desgracia, mi amable anfitrión fue Claudio. Por más que hubiese querido odiarlo para así quitarle la pareja sin contemplaciones de algún tipo, debo decir que él era un buen hombre, un tipo inteligente, poco agraciado fisicamente, pero con las características de esos hombres buenos que nacen para cambiar el mundo. Álvaro me observaba con ternura, pero a la vez lucía asustado, nervioso. Leonel lo retaba con la mirada y Guillermo lo odiaba diciéndole salud. Fabián lucía muy entretenido con un contemporáneo suyo y Omar casi se había enamorado de uno de los del grupo.

Claudio se encargó de restregarme, sin mala intensión, claro, lo felices que él y Álvaro eran desde hacía siete años. Me habló del amor verdadero, de lo difícil de mantener una relación sentimental gay, de lo mucho que anhelaba quedarse para siempre junto a su Alvarito, de cuánto habían pasado juntos, superando a todo y todos, de como Álvaro era su vida, su centro, aquello que lo forzaba a seguir. Me contó que había estado una semana de viaje. Fue al entierro de una tía querida en el norte.

Supe bien que durante su ausencia, el desgraciado ex-arcángel se había encargado de ilusionarme y besarme riquísimo.

Las horas pasaban a punta de baile y abundante cerveza, casi amanecía y, extrañamente, Álvaro y Guillermo habían hecho buenas migas. Del odio inicial de Guillermo, pasó a una suerte de comprensión gay-machista. Me diría mi amigo, después: "Álvaro te ama, eso no lo dudes". Leonel también cayó en las redes floreras del ex-arcángel. Fabián y Omar fueron por el mismo camino, y Nadiana, que luego de bailar, fue felicitada por todos, sobretodo por Álvaro, acabó comprendiéndolo. Todos lo entendieron. Todos lo aceptaron. Todos lo querían. Yo, a un lado hablando del amor verdadero con aquel que no era el amor verdadero de Álvaro, no entendía nada. Es que el ex-arcángel tenía magia, era sencillo que lograra que todos lo entiendan.

Pero ahí no hubo magia. Hubo verdad, una triste verdad. El abundante trago había logrado que Álvaro, medio borracho, le confiese a su nuevo amigo íntimo Guillermo, la verdad que lo ataba a vivir una relación sentimental con el único de los presentes que no bebía licor. Claudio solo tomaba agua mineral.

Como para avivar la telenovela venezolana, como punto máximo de drama en el talk show de mi vida, me enteraba por boca de Guillermo, que Álvaro le había confesado borracho que Claudio albergaba un cáncer al páncreas que se estaba generalizando. Los médicos le habían dado poco tiempo de vida, pero Claudito, se aferraba a la vida. Había adelgazado treinta kilos y seguía de mal en peor...

Vi, luego, como Claudio abrazaba a Álvaro, con tanto amor, asiéndose a sus brazos, encontrando vida en él, y supe que la telenovela de mi vida con Álvaro debía llegar a su final. Talk show o estupidez, lo vivido ya era demasiado, mucho. Corrí al baño y me puse a llorar. Mojé mi cara. Creo que me había enamorado de Álvaro y carajo, eso estaba mal, muy mal. Álvaro entró al baño en ese momento y me abrazó. El acohol hacía estragos en él. “Te amo, carajo” lloraba. “Me cago por ti” y frases que los borrachos que siempre dicen la verdad suelen barbotar. Y, para que mentir, yo también lo amaba. Lo supe cuando sus lágrimas caían sobre mi polo. Pero eso no podía ser, pues. ¡Qué salado podía ser! Encontré al chico perfecto y su vida era más imperfecta que la mía y su imperfección me llenaba de infelicidad.

- Nos vemos el lunes - me dijo y se alejó.

Lo vi el lunes por la noche. Tarata con Larco y otra lluvia que destrozaba mi peinado servían de marco. Nos abrazamos mucho. Caminamos un rato, y luego hice algo de lo que según mis amigos debía arrepentirme, pero de lo que no me arrpiento. La verdad, no suelo arrepentirme de nada. Álvaro y yo fuimos a un hotel e hicimos el amor. Fue una noche extraordinaria, alucinante, con vino tinto y música de Bacilos como fondo. Lo forcé a pasar la noche conmigo utilizando artilugios que sé manejar muy bien. Esa noche no importó nada, lo quería la madrugada entera para mí, quería a Álvaro oliendo a mí, a ese olor a tabaco que mi YSL deja en mi aliento y mi ropa y que se mezclaba con mi Chanel allure y lo enloquecía más.

Pobre Álvaro, había hecho de su vida un pretexto para no ser feliz. Su ropa olía a medicina, su billetera andaba lleba de recetas, era un enfermero que actuaba a la vez como respirador artificial de un hombre al que no amaba. Ya habían terminado la relación porque Álvaro había dejado de amarlo, pero la maldita enfermedad lo forzó a volver con él. Pasó el tiempo, la rutina típica y cierta noche llegué yo y lo cambié todo.

Esa noche le hablé claro. Le dije que no sea tonto, que tenía derecho a llevar una vida normal y el mismo derecho a amar. Le dije que Claudio iba morir con él o sin él, que no lo abandone, pero que no sea esclavo suyo.

Álvaro me dedicó esta canción, la que matiza el post y matiza cada uno de mis días nostálgicos. Me pregunté mil veces donde fuí parar, me sentí malo, pero a la vez feliz.

A los dos días, Álvaro terminó su relación con Claudio. Se fue de la casa. A los quince días, Claudio murió. Luego del entierro, Álvaro se fue del país.

Antes de viajar me buscó. Me dijo que me amaba como nunca había amado en su vida, pero que luego de la experiencia con Claudio necesitaba marcharse un tiempo. Me pidió que lo espere y que cada vez que escuche nuestra canción recuerde que donde quiera que el esté me pensaría y amaría un poquito más.

Y, esta noche de sábado en la disco, hoy, Álvaro volvió. Está igual, quizá más lindo, pero han pasado dos años de todo eso y no le perdono su larga ausencia. Si me amaba como decía debió quedarse a mi lado, no lo hizo y su miedo o deseo de renovación o estupidez, tiene un precio, mi negativa a aceptarlo junto a mí.

Me mira con pasión, diría que hasta con amor, pero ya no soy ese Juandieguito tonto que soportaba y esperaba. Mis amigos le dicen salud, él sonríe amplio, alegre, parece que es por fin feliz. Su mirada tiene amor y nostalgia, me baila gracioso procurando arrancarme una sonrisita. Corre hacia la cabina del DJ y habla con él. A los minutos, “Tabaco y chanel” retumba por la disco, el se acerca a mí y me dice: “Te amo y ya volví”. La canción sigue sonando, doy media vuelta y me voy de la disco, solo, sin amigos, sin Álvaro, sin nostalgia por el pasado.

Hay amores que no pueden ser, amores que ya no son... Yo arreglaría la frasecita melosa de Omar. “Si encuentras el amor déjalo ir, si vueve es tuyo, pero si demora mucho ya fue... “ y Álvaro ya fue...

JUAN DIEGO
 

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