Del amor al odio...

Este es mi último post... Charly leyó mi blog, vio lo que puse de él y reaccionó de extraña manera...

¡Regresé!!

Volví a postear después de un año... Comparto con ustedes EL PRINCIPE LLEGÓ...

Fumando espero...

En días simples llego a fumar una docena de cigarros. En días medianamente complejos puedo fumar hasta quince. En días terribles, en esos momentos en que la tensión me devora y ...

10 marzo, 2008

HISTORIAS DE CHAT I

Publicadas por Juan Diego 259 comentarios
Rodrigo fue parte de mi vida por unos quince días, hace unos años. Extrañamente, su presencia ocasionaba que mi corazón suspirara y mis ansias se dilataran. Esperaba cada noche para sentirlo, para palparlo a distancia, para dejarme seducir por su conversación encantadora.

Lo conocí en una sala de chat. Su nick me encandiló. BEBITO LINDO se apodaba, y esa criaturita que no conocía cuadraba perfectamente con todo aquello que esperaba encontrar en un hombre. No sé como hacía, pero era capaz de hacerme sentir en las nubes. Cada palabrita que escribía tenía magia, parecían versos hechos solo para decirme que el susodicho era el hombre ideal. Durante el día lo recordaba gratamente y anhelaba que las horas pasen volando para sentarme frente al computador y verlo aparecer con sus saluditos de bebito lindo enamorador. Su foto era demasiado artística para la fría telaraña virtual. En blanco y negro, con luces contrastadas y el fondo oscuro, su cara parecía una sombra dulce envolviéndose en los píxeles misteriosos de una imagen digital. Su naricita se dejaba ver en un mohín que la opacidad no lograba descifrar y la sonrisa que él decía se notaba con claridad, era solo para imaginarla. Pero no importaba, Rodrigo era un bebito lindo que trascendía la digitalización, que acaparaba, raramente, mi tiempo y corazón...


Luego de unos días intercambiamos teléfonos. Fue maravilloso escuchar su voz. El bebito del chat, tenía la voz perfecta. Si, era esa voz que esperas escuchar en un chico. Porque para los gays el tono y modulación de la voz es importante. Y Rodriguito tenía la vocecita más rica, masculina, melodiosa e inteligente que mis vírgenes oídos habían escuchado. Y, por teléfono resultó ser mas encantador que por el chat. Cuando mi celular me indicaba que era él quien llamaba melodioso, un raro calambre estomacal me invadía.

Podría asegurar que este servidor, se había casi templado. Mis amigos me torturaban con sus bromas maquiavélicas. Me decía Leonel, muy cruel, que Rodriguito era, de hecho, un típico mostrito de chat. Y, Guillermo, aseguraba perspicaz que demasiada perfección virtual debía tener mañas imposibles de reparar. Fabián me decía que crea el 70% de lo que me decía. Nadiana el 50% y Omar, el sufrido y poco optimista Omar que solo tome en serio el 5%. Me molesté con todos. Y, aseguré, que si el bebito lindo no fuera tan lindo no me importaría. ¿Y, si no fuera tan sincero? incidía Leonel. Pues, tampoco me importaría. Además, Juan Diego creía ciegamente en ese chico que le acalambraba la barriga y le chorreaba las medias de fútbol. Y, para ser sinceros, tampoco yo había sido tan sincero. Me había bajado dos años, 6 kilos y el número de encuentros sexuales. Y me había subido la estatura, la masculinidad y jamás, casi lo juré, me había emborrachado. Debía mentir para estar a la altura de ese angelito bonito y bueno que me hacía soñar que estaba próximo a vivir el verdadero amor.

Rodrigo insistía en nuestro primer encuentro físico. Puse mil trabas y excusas para la ocasión. Moría de miedo de tener en frente al hombre de mi vida, al que amaría con locura y madurez, y que a ese hombre, a ese bebito lindo, yo no le gustara. El calambre estomacal se convertía en retortijón diarreico de solo imaginar su rechazo sutil. Pero no pude poner más barreras y cedí ante la petición de mi amado virtual para encontrarnos.

Miraflores fue el escenario de ese encuentro. La segunda cuadra de Benavides testigo fiel de mis miedos y mis retortijones diarreicos casi a punto de dar frutos indeseados. Paradito en el punto de encuentro, suspiré profundo tipo contracción de yoga siguiendo los consejos dados por Fabián. De pronto, abriéndose paso entre la gente que se sorteaba presurosa, daba luces la figura de Rodrigo. Traía la camisa de cuadritos y el jean azul que dijo iba vestir. Lo vi aproximarse a mí con caminata señorial. La luz iba descubriendo su silueta delgada, más delgada, en realidad, de lo que había supuesto. Pero estaba allí, rico, riquísimo, con una carita de bebito lindo sacada de frasco de compota. Levantaba una ceja, sonreía de costado, mezcla de pendejito macho y gay delicioso que sabía iba a enloquecer el resto de mi vida. Yo sacaba pecho venciendo mis temores, procurando se percate que traía el polo blanco y el jean azul que había prometido. Pero el bebito lindo pasó de largo, apenas me miró. Podría decir que no existí para él. Todo se nubló. Metros más allá una mujercita de caderas voluptuosas y espantoso cabello se le aventaba a los brazos. No entendí nada. El yoga no funcionaba, el calambre casi rendía desgraciados frutos, cuando unas manos tocaron mi espalda.

- Hola, Juan Diego - me dijeron.

Era su voz, era él. Di media vuelta emocionado, listo para decirle tu pirata soy yo y tu mar es mi corazón, pero el calambre que se alojaba en mi estómago se extendió por todo mi cuerpo, porque el que yo creí que era el bebito lindo no era el bebito lindo y el verdadero bebito lindo que acababa de llegar tenía de bebito tanto como yo de heterosexual y lindo algún rincón de su alma que nunca pude ver.

Rodriguito no era feo, era horrible. Tan delgado como un niño pobre de Etiopía. Su metro con setenta y siete se había convertido, sorprendentemente, en metro con cincuenta. No tenía cabello, y sobre su cuerpo habrían pasado, estoy seguro, unos cuarenta años más de aquellos que había dicho tener. Descubrí al escuchar su voz (lo único rescatable que poseía) que era el mismo romántico bonachón del chat, pero el truco mágico había terminado. Sus innumerables pliegues faciales, sus dientes tipo misiles apuntando hacia mis ojos asustados, su nariz ancha y aguileña como rocoto en un plato y su supuesta piel blanca convertida en ese momento en una gris alfombra de la fealdad en su máxima expresión, destrozaban los parámetros a veces versátiles, de mi agudo sentido estético.

Debí haber balbuceado unos cinco monosílabos. Luego, y dejando de lado la consideración por el prójimo tan característica en mí, me largué sin calambres, sin retortijones, sin amor virtual, ni real, sin amor al prójimo, solo corrí metabolizando un cóctel amargo y salado de emociones que se anidaba en mi garganta.

Legué a casa de Fabián acelerado cual si hubiese visto al demonio. La verdad, Rodrigo estaba bastante cerca de la imagen demoníaca que albergué desde niño en la cabeza. Fabián me interrogó, dice que yo traía la faz color blanco cadáver y apenas balbuceaba unas cuantas incoherencias. Pensó el buen Fabián que el bebito lindo había resultado un delincuente o un malvado pervertido que había dañado la santidad de su Juandieguito querido. Pero, no, el bebito lindo solo cometió un error, ser horrible. Bueno, y también no tener nada de bebito, ni de masculino, ni de atlético, ni de galán...

Pude hablar y le dije a Fabián como soltando un grito de guerra: ¡El bebito era horribleeee! En ese momento, Fabián tuvo un mordaz e inadecuado ataque de risa. Al minuto, coincidieron en el departamento Leonel y Guillermo. A ellos también les dio un ataque de risa que nada ni nadie pudo detener. Me sentí insultado. Pero, Leonel, me recordó burlón que yo había dicho que si el bebito no fuera tan lindo no me importaría … Y luego de recordármelo, se burlaron aún más. Cuando llegó Omar, aluciné que mi amigo sufrido sufriría ahora por mí. Pero, Omar se privó de la risa con la misma intensidad con la que llora borracho. La siempre ecuánime Nadiana, era mi esperanza para cesar las burlas. Pero, mi amiga-amigo dejó los modismos femeninos para reírse como camionero porteño. Me molesté, cogí mis cosas y me dispuse a largarme. Había sido una noche terrible, mi corazón se había desbordado de emociones, y estos amigos mala gente en vez de darme el consuelo por la desilusión, se burlaban de mi pena. ¡Qué malos!

Fabián me detuvo en la puerta y me dijo paternal como de costumbre. “Querido Juandi, no nos burlamos de ti, sino de tu circunstancia” (¿no era lo mismo?) “Pusiste al bebito lindo como una realidad hermosa, cuando el chat no es realidad, es ficción

En ese momento recuperé la cordura. Mis amigos dejaron las risas y me sirvieron un trago, pasaron a mimarme como me gusta y Nadiana a hacerme masajitos en las manos. Supe bien que me había dejado llevar por ese mundo iluso y tonto que se inventa a través de las redes cibernéticas. Me pregunta Leonel muy intrigado: Y, dime, amigo, ¿tan tarado era el tal Rodrigo? Me quedé callado. El pobre Rodrigo no tuvo tiempo de demostrarme cómo era. Yo salí corriendo guiado solo por su fealdad. No le permití unos minutos de gracia. Lo condené sin juicio alguno.

El chat es una suerte de pretexto para no ser infeliz. La vitrina ideal para lucir las ilusiones y vender aquello que nunca tuvimos y que siempre quisimos tener. Es cierto, y dejen de criticarme si lo están haciendo, me porté mal. Lo reconozco. Fui homosexualmente superficial. Pero soy humano, carajo, y toda esa parefarnalia existencial acerca de que el físico no interesa para nada, solo el amor, ¡es mentira! El ideal masculino es siempre principesco. Que al final, acabemos con un ser humano tan normal como nosotros, también es verdad. Pero, Rodrigo trascendía los límites de mi cordura y las reglas de la normalidad.

Te haces una idea de alguien, lo alucinas, lo sueñas. El condenado chat le permite a ese alguien decirte cualquier cosa, y a los que estamos tras esa pantalla creer, cojudamente, cualquier cosa. Tal vez necesitamos de gente que nos diga cositas ricas y necesitamos, al doble, creer que esas cosas ricas vienen de alguien casi perfecto. Y, el que nos miente sabe bien que debe mentir y mentir mucho, es la manera mas gay de gustarle a otro gay. Pero eso está mal, pues. Y lo digo como víctima de esa mentira. Yo mentí piadosamente buscando agradar, nada más. Rodrigo no mintió, él creó un mundo falso en torno a él. El se disfrazó del hombre de mis sueños y yo me esforcé por ser el suyo. El mintió tanto que me dejó sin palabras y sin consideración hacia su triste verdad. El dijo ser otra persona, y mi mente elucubró aquella idea dulce que necesitaba.

No busco un galán de telenovela, pero soy honesto, todo entra por los ojos, ¿o no? Quien te puede gustar quizá es un tipo bastante feo, pero te gusta y eso es suficiente. Podría ser un cuero y no gustarte. En cuestiones de preferencia nada está escrito, peor aún para los gays.

La bella y la bestia es un cuento, un mágico cuento cuya moraleja es no ser superficial. Graciosamente la bestia se enamoró de una bella. Y el chat está lleno de bestias que se visten de belleza falsa buscando agradar. Muchas de esas bestias, podrían, incluso, llegar a ser bestias terribles y verdaderas dispuestas a robar o herir o matar … Es que es un mundo de ficción, no es real, y la ficción aguanta todo.

Quién no ha sufrido estas mentiras de chat. Muchos encontraron un negro que dijo ser rubio, o un tipo de ciento veinte kilos que dijo pesar ochenta, o un chiquillo travieso que tenía cuarenta años. Y por más linda que sea el alma de estos sujetos, mintieron, y su mentira cubre su verdad de desilusión. Nadie pone su peor foto en el chat y todos procuramos ser agradables, ocultamos ciertas fallitas y jugamos a ser ese gay maravilloso que todos queremos ser. Es que el chat es una de las actividades más gays que existen. Nos permite intentar parecer impolutos, y no hay sueño más gay que ése. El chat es como la luz oscura y difusa de una disco. No te permite ver la realidad. Te deja jugar, te deja soñar …El chat alivia la soledad, mantiene la esperanza y acompaña las ansias. Pero es ficción, no es verdad.

Si por casualidad Rodrigo lee este post, aprovecho para pedirle disculpas por mi comportamiento aquel día, por mi prolongada ausencia y de paso por los adjetivos que le he dado a su físico. No sé si en realidad te llamabas Rodrigo, imagino que no. De igual forma, también te disculpo. No te sientas mal, fuimos víctimas y victimarios de un territorio ficticio en el cual tu podías ser un bebito lindo y yo un iluso chiquillo que llegó, tontamente, a sentir retortijones estomacales y a chorrearse las medias de fútbol por ti …

escribeajuandiego@gmail.com

 

VIVIENDO CON JUAN DIEGO... Copyright 2009 Reflection Designed by Ipiet Templates Image by Tadpole's Notez