Del amor al odio...

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21 julio, 2008

YA REGRESÉ...

Publicadas por Juan Diego 124 comentarios
Sí que he tenido los cuarenta días más intensos, alborotados y estresantes de mi vida. Los últimos doce años he vivido entre actividades intensas, alboroto cotidiano y estrés posicionándose de mis músculos en todo momento, pero nunca como en esta cuaresma de trabajo y estudios que dura hasta hoy.

Pensé relajarme en Colombia. Imaginé que Bogotá serviría de primorosa distracción. ¡Craso error! Cuando viajas a hacer una pasantía, a lo sumo un city tour o una salidita híper heterosexual podrían aliviar tus deseos de entretención, el resto del tiempo se destina a ponencias eternas, debates cuasi científicos, pocas horas de sueño y deseos de obtener las mejores notas. Es decir, el viajecito de veinte días, me sirvió académicamente, mas nada. No tuve espacios de tiempo para suspirar el frío bogotano y sentirme libre de esa Lima gris que me acojuda y aprieta y de algunos de sus estúpidos habitantes.

Nunca pude encontrar entre las elegantes instalaciones del hotel momenticos ricos para olvidar que en Lima mi vida sentimental es confusa y poco interesante. Siquiera pude visitar algún huequito gay y, quién sabe, conocer un colocho guapetón que me permita olvidar al cada día más rico Renzo y sus propuestas indecentes. No, Juan Diego se la pasó estudiando y cuando no lo hizo, pensó en Renzo riquísimo o salió a lugares tan heterosexuales como sus compañeros y bailó cierta noche cumbia colombiana con sus guapitas compañeritas de clase. Es que para rematar la fiesta, hacía años que no me sentía (léase comportaba) taaaaan heterosexual como en Bogotá. Y, como para confundir más mi cabeza y cuerpo, una colombiana tetona, potona y bella intentó besarme en ‘Andrés Carne de Res’, el restaurante más emblemático de la ciudad.

Obtuve la máxima calificación de la pasantía y hasta una propuesta de trabajo en Colombia. Yo solo quería regresar a Lima. Extrañaba a mi familia, a mis amigos-hermanos del alma, a mis gatos, mis perros, la comida peruana rica e inigualable, al desorden limeño, la humedad infectante, mis problemas peruanos, mi oficina y a Renzo cada días más rico.

Cuando pisé suelo peruano y esa extraña brisa que cubre la capital encapotaba mis fauces, sentí alivio, alegría, ganas de correr a casa, ganas de comerme un cebiche con bastante ají y ganas, muchas ganas de llamar a Renzo y decirle “ya regresé”.

Pero esta Lima se dispone cada día a torturarme más. El trabajo me capturó casi bajando del avión y los viejos dementes que me sirven de compañeros de trabajo no tardaron en joderme la paciencia y arruinar mi pequeña vacación. Y los estudios estrujándome, quitándome vida, forzándome a ser el mejor, el primero carajo (por algo pago tanto). Quería escribir, sentarme frente a mi notebook y dejar las palabras fluir, contar, decir, opinar, chillar, postear. Pero no. La tortura china que me genera el entorno y la tortura turca que sé generarme como nadie, evitaron que pueda hacer lo único que a veces me calma: escribir.

Nunca recibí tantos e-mails, nunca tantos reclamos y hasta mentadas de madre por no postear. El desgraciado mala gente de Juan Diego dejaba a miles sin el chismorreo rico que tiene su vida y esa presión me anulaba hasta la inspiración para escribir. Todo se juntaba. Todo a la vez.

Han sido cuarenta días de stress, pero hoy se encendió una luz. Renzo me llamó y aunque suene estúpido, al escuchar su voz de pendejo bonachón, Lima era menos gris y la humedad que acogota la laringe se transformaba en suspiro a la limeña. Renzo me llamó y sí, para que mentir, en realidad me devolvió la llamada, le dejé un mensajito en el celu con la frase tonta de la semana “ya regresé”.

Es que no aprendo. Antes de llamar a Fabián que me escribió cada uno de los días que pasé en Bogotá, antes de llamar a Leonel que hizo posar a un amiguito suyo desnudo por web cam para que yo no extrañe el lomo saltado (1) o antes de llamar a Guillermo que no pudo dormir ninguna de las noches que estuve ausente porque tuvo pesadillas en las que vio que algo malo me pasaba, antes de llamar a alguno de mis amiguitos-hermanitos del alma, mi alma y mi cuerpo prefirieron llamar a Renzo. Soy un tarado, si, un weboncito incapaz de entender que ese hombre no le conviene, que ese hombre casado o algo por estilo, que es rico, potable, buenote, sensual y habla lindo, no le conviene…


Bueno, Renzo es lindo y dice que le importo, que apenas me vio lo cautivé. Que su relación de pareja ya no funcionaba, que no ama a Rómulo, que está enamorando de mí, que quiere ser el amor de mi vida, que soy encantador, inteligente, dulce, maravilloso y floro, floro y más floro… pero floro que me encanta escuchar…

Si, de hecho se estarán preguntando en qué momento de estos cuarenta días de ausencia Renzo y yo nos juntamos y mis oídos se dejaron florear. Pues, recordarán que luego de aquella noche de pelea en la que Leonel se coronó como campeón de peso gallo con cachetadas incluidas, Renzo me entregó solapamente un papelito. En él, escribió con linda letra su número celular y correo electrónico. Solo para completar lo ocurrido esa noche contaré que la pasé estupendo con Mateo y que el chiquillo resulto ser el heterosexual más pasivo del mundo. Fue una madrugada riquísima…

Llamar a Renzo me tentaba. Sabía que hacerlo era incorrecto, pero un deseo instintivo me forzaba a llamarlo. Dudé mucho, consulté con mi almohada, me ahogué de ganas de sentir esa presión estomacal que ocasiona lo incorrecto y prohibido. No obstante, a la siguiente noche, una llamada de Renzito alegraba mi noche. Me sorprendió su llamada, nunca le di mi número. Pero él, muy lindo, armó una cadena logística que le facilitó mi teléfono. Se contactó como con veinte personas, al final lo consiguió.

Me mostré distante, aparenté poca emoción, aún me duraba la cólera por lo que le había dicho a su pareja sobre mí (2), sin embargo escucharlo me derritió completito. Me pidió verlo esa misma noche. “Son las diez” repliqué. “No importa… quiero verte”. Y, como si su voz me hipnotizara, sentí su pedido casi como una orden.

Estuve en la esquina indicada a las once en punto. Me bañé, cambié, acicalé en tiempo record. Solo quería verlo y comprobar si lo que había despertado en mí la noche anterior se repetía o si solo era parte de mi habitual estupidez. Esa cojuda idea que tengo acerca de que el amor de mi vida me despertará sensaciones eléctricas y que solamente con verlo sabré si es el indicado, revoloteaba por mi cerebro insistentemente. El momento aquel en que bailamos y nos olvidamos del mundo, nunca lo había experimentado con hombre alguno. Él llegó guapísimo y ojeroso. La esquina en la que me citó, desolada y oscura. Me miró, sonrío con expresión de niño que consigue su golosina predilecta y cuando iba a decirle lo que había ensayado “hola, Renzo, estoy aquí, pero no creas que…” él se acercó casquivano y me besó. Siiiiiii, me chapó sin resquemores en plena calle y que rico me chapó, carajo. Solo respondí el beso y me olvidé que en Surco el serenazgo(3) está por todos lados, me olvidé que conozco a Rómulo de hace muchos años y que me cae muy bien, me olvidé de mis prejuicios y dudas y metí lengua como un loco. Él empezó, pero luego yo me tragué su boca con frenesí. “Mi chiquito rico” me decía el rico desgraciado roba besos. Me sentí como en la noche anterior, en medio de la sala de Fabián, teniéndolo cerca, queriendo reventar esa boca y arañar esa espalda.

“Vámonos a un lugar íntimo” dijo con voz de quien ya no puede con la arrechura(4). ¿Sexo tan rápido? le pregunté a mis adentros. ¡Qué importa, carajo!! me auto repetí para eliminar los consejos de mamá y mi hermana en los que dicen como en la canción de Lucerito(5) que si salgo con un hombre por primera vez no me suelte el pelo y esté donde esté sea buen chico y me porte bien, pero como también dice la cancioncita, con Renzo pierdo mi autocontrol, es que me gusta tanto, demasiado… No obstante, el lugar ‘íntimo’ que pedía Renzito no era un hotel o su casa. Me llevó a un bar gay miraflorino y tuve una riquísima madrugada de domingo, bailando, tomando licor, riendo, besándome con él como si se tratase del amor de mi vida, acariciándonos, mirándonos, dándonos cerecitas en la boquita, dejándome florear…

A eso de las tres de la madrugada, me vino un compulsivo ataque de razón y le encaré molesto y arrepentido (algo tarde) que el es un gay comprometido y, más que eso, ¡casado!!, pues vive con Rómulo desde hace dos años. Es decir, los desgraciados que hablaron de mí en la fiesta no estaban tan fuera de la verdad. Me estaba convirtiendo en un destruye hogares, en el terror de las parejas estables gays. Y, que iba a ser de los dos perros afganos a los que crían y a los que llaman hijos. ¿En qué me convertía solo por un poco de arrechura desmedida? Siempre quise ser un chico bueno, pero ese huevón me llevaba a ser malo y ese ratito de razón me lo enrostraba sin asco. Lástima que un nuevo ciclón de besos apasionados me quitaron lo racional y volví a caer…

La razón regresó rápidamente, porque el mejor amigo de Rómulo, un tal Adrián, se ponía frente a nosotros. Renzo ni se inmutó. “No puedes decirme nada” le dijo desafiante. Resulta que Adrián emparejado desde hace doce años, se chapaba y desfilaba de la mano de un mozuelo que no pasaba de los dieciocho. La pareja de Adrián, uno de los mejores amigos de Renzo, viajaba frecuentemente y durante sus ausencias su vetusta pareja se entregaba a los brazos de cualquiera. Adrián miró a Renzo con expresión de quien comparte la pendejada y se olvida de la amistad y, lo que es peor, vi en esos ojos que le decía algo así como “estos son vacilones, pues, los firmes están en casa o de viaje”. En ese momento entré en razón. Me sentí tonto…

Renzo quiso besarme, acariciarme, me floreó quince veces más, pero yo sentí que estaba abrazando a un tipo que acostumbraba sacar los pies del plato. Por que una cosa era ser la manzana discordante por amor, pero ser el ‘puntito’ de una noche de domingo que se dejó embelezar por unos labios carnosos, eso nooooo… Me fui a casa. Me sentí usado. Renzo debió haberme llamado unas cien veces, nunca respondí.

No respondí sus llamadas, no respondí a las llamadas con remitente privado, había decidido olvidarme de mi infame domingo de doncello gay con un hombre feliz o infelizmente casado, no importaba, el asunto era no volver a caer en esos brazos, esos ojos y ese floro a veces barato pero que elevaba mi ego a la punta del Everest. Pero… a los pocos días de mi intento, experimenté la situación más sublime que sujeto alguno me haya hecho vivir. Lástima que quien ocasionaba el disfrute de tan sublime momento era él, Renzo.
“Sr. Juan Diego, le han dejado flores y unos regalos en la recepción” me indicaban de seguridad. De pronto, mi oficina se llenó de flores y un enorme oso. Una tarjeta perfectamente blindada acompañaba los detalles. La sorpresa me colmaba, la vergüenza me asaltaba, mis compañeros de trabajo se asombraban de la escena. El desgraciado y también lindo de Renzo, se atrevía a enviarme regalos maricones a la oficina. Estaba loco para atreverse a cometer tal payasada, tan linda y tierna payasada. La tarjeta leía “Perdóname, lindo. Imagino tu carita de desconcierto y río a distancia. Aunque haya otra persona en mi vida, yo te amo, debes saberlo que me he enamorado de ti y por ti estoy dispuesto a todo”

Ese ego que se levanta de vez en cuando, se levantó cual bandera izada por el más patriota. Se siente rico que un hombre sea capaz de esas locuras por ti, que un tipo te prefiera, te elija y haga cositas romanticonas por ti. Pero, el Juan Diego juicioso, el exalumno salesiano, el hijito bueno de mamá salía a relucir. El Juan Diego de los amigos bonachones que lo aman por ser bueno y correcto sacaba pecho. El Juan Diego romántico y deseoso de ser amado se asomaba emocionado, era rápidamente vapuleado por el Juan Diego que sabe que lo correcto y justo no es estar con Renzo.

Luego de dar una excusa válida para evitar chismes baratos de oficina, me deshice de las flores y tiré la tarjeta a la basura. No obstante, librarme de él iba a ser una misión imposible. Lo tuve en la puerta de la oficina y salí por una puerta falsa. Lo tuve en la puerta de la universidad y pernocté en ella hasta la medianoche. Cuando lo tuve en la puerta de mi casa con un oso igualito al que me había enviado y que yo regalé a una compañera, supe que no podría sacármelo de encima y supe, también, que alguien que hace todo eso por ti, es porque algo le importas. “Traje un oso igual al que imagino botaste” me dijo, sonrío y me compró.

Renzo entró a mi casa e hicimos el amor. Fue una noche espectacular. Juro que mientras lo hacíamos sentí que lo amaba y que ese huevón rico y romántico era el amor de mi vida. Pero, como el amor de tu vida jamás llegará tan fácil, Rómulo asomaba su pena y tristeza por mi vida. Rómulo, que parecía tener las mismas costumbres de su pareja, se apareció con la expresión más lánguida en la puerta de la universidad. Me dijo muy calmado que sabía que Renzo y yo éramos amantes. ¡Eso me dijo! Y lo peor de todo ¡era verdad!!!! Tartamudeé, tosí. Él me habló súper paternal (tiene 38 años) y me pidió que me aleje del amor de su vida. Me dijo que Renzo era así. ¿Así? “Suele ser voluble, hoy te ama, mañana no, hoy me quiere dejar, mañana vuelve corriendo a mis brazos”. Renzo se había ido de la casa, llorando y sin sus hijos. Rómulo estaba desolado y el culpable de todo, tartamudeaba sin saber que decir…

Decidí ese día olvidar a Renzo. Pero él no estaba dispuesto a dejarme partir de su vida y volvió insistentemente a mi casa e insistentemente hicimos el amor a pesar de la guerra que se vivía en torno a nosotros.

Rómulo recorrió las casas de mis amigos y lloró con todos. Fabián lloró con él y luego me lloró para entrar en razón. Guillermo dice hasta hoy que no se explica como yo puedo haberle quitado la pareja a Rómulo. Omar llora más que Rómulo, Nadiana dice que lo que mal empieza, mal acaba y, Leonel, es el único que parece alegrarse e insiste en que tire mucho, mucho, para que si, en caso, la cosa no se concrete seriamente, por lo menos exprimo ese cuerpito al máximo.

Renzo lloró y dijo que me amaba, que todo había sido rápido, un flechazo, pero me amaba y la verdad, le creía…

Mi viaje a Colombia estaba cerca, faltaban apenas unos días. Renzo y yo nos veíamos a diario, nos divertíamos, tenía unos detalles maravillosos, no obstante, me enteré que visitaba a diario a Rómulo, pues no quería que sufriera y quería ser su mejor amigo, al final tenían dos hijitos afganos al que mi casi novio ama tanto como a mí. Me dio mucha cólera que alguien que dice amarme no pueda desprenderse de su pasado. “Tu presente soy yo” reclamé.

Quería a Renzo para mí, sin Rómulo ni afganos, sin ese pasado del que yo lo había extraído. Entendí después de hablar con mi mami y con mi hermana, que Renzo jamás iba a ser enteramente mío, que Rómulo iba a permanecer en su vida y sus afganos eran el pretexto perfecto para esa permanencia. Entendí que el amor de mi vida lo era también de otra vida, talvez de una vida que lo conocía, amaba y merecía más que yo.


Le dije a Renzo que debíamos terminar, que esto no iba a funcionar. Hicimos el amor después de mi pedido y luego él sugirió que me vaya a Colombia, piense bien las cosas y entienda que en la Lima que me complica se quedaba esperándome un hombre que me ama y está dispuesto a ser el amor de mi vida… “Me llamas y me avisas que regresaste, estaré esperándote”

Decidimos no hablar durante los veinte días que estaría en Bogotá y así fue. Quise llamarlo cada una de las horas que estuve por allá, me aguanté, lloré, pensé, reflexioné, lo extrañé como loco, volví a Lima y lo llamé. Su teléfono estaba apagado. Dejé un mensaje que decía “ya regresé”. El me llamó, dice amarme más que hace veinte días…

Cierro mi laptop. Renzo me espera. Mis miedos y dudas también…

Gracias por esperarme, gracias mil por leerme…

JUAN DIEGO
escribeajuandiego@gmail.com

(1) El LOMO SALTADO es un antiguo plato típico de la gastronomía del Perú. Un buen LOMO, puede ser tambien un rico hombre. Más sobre el LOMO SALTADO
http://www.recetas-de-cocina.net/comida-peruana/lomo-saltado.html
(2) Si no leíste o recuerdas el dato exacto de mi POST anterior, click aquí http://sexopudoryhombres.blogspot.com/2008/05/un-novio-para-juan-diego.html
(3) SERENAZGO: Como me lee muchísima gente extranjera, deben saber que el SERENAZO es La Unidad de Serenazgo es un órgano de línea, encargado de coordinar, y en su caso colaborar con los órganos públicos competentes en la protección de personas y bienes y en el mantenimiento de la tranquilidad y el orden ciudadano. Cada distrito de Lima tiene el suyo. Patrullan las calles y, por lo general, odian a los gays...
(4) ARRECHURA: en Perú arrechura es INAGUANTABLE DESEO SEXUAL, GANAS LOCAS DE TIRAR.
(5) AUTOCONTROL de LUCERO: Click para ver letra http://www.lyricskeeper.com/lucero-lyrics/226998-autocontrol-lyrics.htm
EEEEE

 

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