Del amor al odio...

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¡Regresé!!

Volví a postear después de un año... Comparto con ustedes EL PRINCIPE LLEGÓ...

Fumando espero...

En días simples llego a fumar una docena de cigarros. En días medianamente complejos puedo fumar hasta quince. En días terribles, en esos momentos en que la tensión me devora y ...

05 marzo, 2008

LOS AMIGOS QUE GANÉ...

Publicadas por Juan Diego 206 comentarios
Es aproximadamente la una de la madrugada, no puedo dormir. Doy vueltas en la cama, cuento ovejas, cabritos y hasta perros. ¡Imposible! Mi insomnio de los viernes me impide pegar los ojos y lanzarme a los brazos del desgraciado de Morfeo.

Cojo el celular y marco a Fabián. El pobre acaba de responderme con una voz de espanto. Dormía plácidamente hasta que el condenado insomne (cada viernes) de Juandieguito osó joderle el sueño rico y acolchadito que el señor suele tener. ¿Y ahora porqué no puede dormir? me pregunta con la voz cansada. Le doy una lista de las posibles razones de mi falta de sueño y entre mi hablar acelerado escucho un ronquido del pobre abogado y amigo, y me vuelvo mejor amigo y corto la llamada… Decido, entonces, llamar a Leonel. ¡Te llamo luego! me responde jadeante. ¡Estoy tirando! Corto en el acto. Cualquier cosa menos interrumpir a un amigo cuando lo están haciendo feliz...

Llamo a Guillermo. Sé que me requintará como cada viernes insomne y me recomendará tomar pimpinela, wawa sana y rezar el rosario. Igual le marco. Aunque me putee una vez más, su voz me hará compañía un ratito. El chato me responde e inicio el acelerado concierto de razones por las cuales no puedo dormir esta vez. Guillermo me escucha paciente y luego me recomienda tomar pimpinela, wawa sana y rezar el rosario. “Te quiero, amigo“, respondo y corto. Con Nadiana es imposible hablar. Ella apaga sus teléfonos a las once. Si algo perturba su sueño, eso podría arruinarle el cutis. Y, el caballero-señorita no invierte tanto en cremas de belleza para dejar que un demente nocturno (como yo) impida que Elizabeth Arden trabaje la madrugada entera.

No queda de otra, llamo a Omar. Adoro a mi amigo, pero cada viernes que lo llamo, él empeora mi insomnio con alguna nueva tragedia amorosa rondando su vida. Es tanto mi aburrimiento y la cama es cada vez menos compañera, que decido marcarle. Omar contesta de inmediato. “Sabía que llamarías” me dice. “Cuéntame, ahora que pasa”. Sabe bien Omar que no pasa nada extraordinario, solo es viernes, y los viernes por la noche, ya sábados por la madrugada, no puedo dormir, y llamarlo, aunque no quiera, es un hábito que él valora mucho. Pues, aunque Omar, en ocasiones, me perturbe con sus historias tristes, es el único que escucha el listado de razones por las cuales me cuesta dormir. Me escucha paciente y luego pasa a contarme acerca del chiclayano desgraciado que la semana pasada lo ilusionó en vano y al final se descubrió que estaba comprometido y bla, bla, bla …

Mientras Omar me cuenta la historia completa, la que soporto estoicamente, siento que mis madrugadas insomnes son un pretexto obligado para sentir que tengo amigos. Y sí los tengo. Ninguno se parece al otro, todos son distintos, pero todos se parecen mucho en que son mis amigos, Si, los cinco son mis amigos. Aunque Fabián se duerma, Guillermo me putee con voz de militar marica, Leonel me diga que me llamará con acento de heroína de la serie rosa, Nadiana duerma como estibador con la cara embadurnada y Omar acabe llorando porque nadie lo quiere como hombre, ellos son mis amigos y están ahí, están allá, están acá … Casi venzo el insomnio porque no tengo razones para no dormir, solo quería saber que estaban allí, allá, acá, y eso basta para bostezar, despido a Omar, me arropo en mi frazada de Snoopy y veo venir a Morfeo dispuesto a cargarme con sus brazos lacertosos.

Dicen que los gays nos quedaremos solos, que estamos condenados a eso. No lo creo. Tengo cada día, cinco razones para no sentirme solo. Razones distintas, pero que me llevan a sentir que la soledad se larga espantada cuando tienes amigos como ellos.

Fabián es un adulto de cuarenta años y alma de chiquillo tranquilo de dieciocho. Es abogado penalista. En los pasillos de los juzgados lo conocen como “el justo”. En realidad su primer nombre es Justo. Justo Fabián lo bautizaron, aunque él omita su primer nombre por considerarlo una infamia al buen gusto. Pudo ser abogado corporativo o tributario, el optó por defender causas perdidas y a perdidos sin causa ni defensa. Se pasea gay delante de los jueces expresando su deseo férreo de hacer justicia. No sabe de coimas ni de artimañas bajas. Él es un abogado justo. Si el cliente tiene dinero, será el abogado más caro de Lima. Si el cliente trae una causa justa y nada en el bolsillo, el justo amigo que me dio Dios, defenderá al acusado con la misma vehemencia cual si le pagaran un millón de dólares. Es que él es justo y ese sentido de la justicia, agudo, dulce, sincero, es aquello que lo convierte en un hombre único. Quiso ser sacerdote alguna vez. Entró al seminario, casi fue clérigo franciscano, no obstante, luego de seis meses descubrió que los pasillos del convento y la oración constante no contribuían a mejorar este mundo injusto y complicado. Vive solo, tiene un depa lindo que él mismo decoró y sigue decorando y, Cher es su hermosa shitzu que todos adoramos. Es su hija y nuestra sobrina. Tiene mucha clase, es virgen y ladra con suavidad.

Mi amigo justo no es lo que llamaríamos un adulto guapo tipo George Clooney, pero tiene sus encantos. Es alto, blanco, cuida su piel como mi madre su vajilla, osea de manera obsesiva. Viste bien, vive bien y es esa suerte de confesor gay que todos los gays necesitamos para desembuchar nuestros pecados. Antes de nosotros se consideraba un hombre solitario. Hoy, aunque no tenga familia, apenas a su Tía Cuchi, insoportable ochentona que vive la aristocracia del siglo XIX, el ya no está más solo, tiene cinco amigos que lo quieren. Eso sí, hay un detallito, Fabiancito bueno puede ser algunas veces, quizás la mayoría de las veces, muy aburrido. Si, mi amigo querido es tan bueno como un pan francés recién salidito del horno, pero puede ser muy aburrido. Metódico como es, ha tratado de adaptarse a nuestros ímpetus juveniles y cojudas locuras infantiles, pero antes de las dos de la madrugada (cuando la noche apenas está calentándose) él ya tiene sueño. No toma cerveza ni ron, no le gusta que tomemos mucho, no baila ni escucha música estridente, prefiere canciones de los sesenta y le desespera la cumbia, lo trastorna el rock, detesta la salsa y le encantaría desaparecer a Paulina Rubio. Qué más da, es nuestro amigo.

Leonel tiene 27 años. Debo recordar que lo conocí en plena sesión de vómito en una disco gay. El chiquillo asustadizo y traumadito, había tomado más de la cuenta y se retorcía plagado de nauseas y mareos en un rincón del baño. Gays brillosos entraba y salían, pero a ninguno le importaba que ese gaycito pálido se ahogara en el mar de sus angustias. No es que yo sea el buen samaritano, pero vi aquel muchachito asustado, solo, con la naricita griega apelmazada, mirándome con ojos de carnerito degollado y lo auxilié. No sé cómo lo ayudé a vomitar, le sobé la barriga, hasta le acaricié el cabello pidiéndole calma. Se recuperó, me vio agradecido y esbozó una sonrisa de no sé como llegué a esta instancia. Desde aquel día nos hicimos inseparables. Crecimos juntos sobrellevando la pubertad homosexual tan difícil de digerir sin dudas. Evolucionamos de monos a gays confesos, entre noches, días, tardes y madrugadas de risa y llanto, de secretos incontables, de mañoserías compartidas y abrazos interminables.

Él es mi hermano. Uno de mis cinco amigos-hermanos del alma. De ser traumadito, asustadizo y culpable por sentir gusto por los de su mismo sexo, pasó a disfrutar a los de su mismo sexo con vehemencia y sin culpabilidades. Del chiquillo que vomitaba aquella vez en el baño, quedan solo la misma nariz griega que todos amamos y él odia y que piensa operar en los próximos meses, y ese corazón que se impresiona y sonríe en cada hallazgo masculino de sus ojos vivaces y a veces grises. Es osado, atrevido y medio pendejín. Se excede a veces. Siempre dice, “yo sé cuidarme”. Es terco, se raya en ocasiones, enrojece, la nariz parece torcérsele, se molesta, tira puertas y se va. Al rato vuelve, sonríe, entra en sí y te abraza. Es loco. “Estás loco” le decimos y él parece orgulloso de estarlo. Es coqueto, directo, se enamora cada mes, se apasiona cada quincena, y se entrega cada semana. A veces se deprime y dice que no quiere vivir, que preferiría morirse, que odia a su padre y su mamá no sabe qué hacer. Luego entra en sí y te abraza, se abraza a la vida y a sus múltiples sueños piscis. A veces tengo miedo que un día enloquezca más de la cuenta e intente marcharse del mundo con sus sueños y locuras, a veces veo los mismo ojitos de carnero degollado que vi la vez que lo conocí y lo abrazo mucho, lo mimo mucho, le digo que lo quiero mucho.

Trabaja en un canal de televisión, es parte del equipo de producción de un programa. Es talentosamente loco, llegará muy lejos. Me hace reír siempre, me eleva el ego, es parte fundamental de la alegría que alimenta mi vida. Es mi amigo, el que quiere siempre cuidarme, pero a quien yo cuido, el que quiere siempre abrazarme y a quien yo abrazo más fuerte …

Guillermo fue mi pareja. Lo amé más de lo que se supone o creí amarlo mas de lo que supuse o supuse amarlo más de lo que debía amar a alguien que nace para ser amado como tu hermano. Pero los caminos de la vida son extraños, quizá insólitos. Éramos una pareja especial. Teníamos un vínculo muy fuerte, intenso, irrompible. Llegó el día en que sentí que no lo amaba, que vivir con él era inaguantable, que no podía más. Nos fundimos en un prolongado abrazo y lloramos. Carajo, ni él ni yo, y nadie podría entenderlo, solo él y yo, podíamos estar separados. No lo deseaba, no quería dormir con él, no teníamos sexo hacía un año, solo nos cuidábamos, solo nos decíamos te amo, solo nos necesitábamos para vivir. Solo juntamos nuestras historias y luchamos con todo y todos para protegernos, y él se convirtió en mi superhéroe protector y yo en su inspiración para vivir. Pero no era amor romántico, no. Cierta noche no pudimos dormir. Prolongado insomnio parecido al de los viernes, nos miramos, lloramos hasta agotar las lágrimas y luego nos reímos hasta encontrar más risa porque suspiramos aliviados que el universo nos había puesto para ser hermanos del alma, y el método inicial usado para lograrlo, ser pareja, había sido un ensayo, un caprichoso mecanismo para querernos, amarnos y entendernos más … Como nuestro lazo es irrompible nos convertimos en amigos, en los mejores amigos. Me conoce como nadie y lo conozco como a ninguno. A veces no lo soporto, su carácter cambia con las fases de la luna y cree tener la razón en todo lo que dice y hace. Igual lo quiero, lo amo y no pienso alejarlo de mi vida. Los demás no suelen entender que nuestro lazo es de hermanos, que de pareja no queda ni el recuerdo del primer beso, que imaginarme con él en alguna situación extra amical sería incesto. Ya no importa lo que digan o piensen los demás. Mi Guillermo criticón y sincero dice que no puedes ir por la vida intentando que los demás entiendan algo que jamás podrán entender.

Él es inteligente, analítico, hábil para los negocios. Trabaja administrando una peluquería grande. Tiene planes, metas, quiere construir un imperio tipo Rockefeller. A veces es un adulto serio, otras, el niño de infancia dura y padres separados que se crío con una abuelita buena que se murió cuando él no había terminado de entender que tenía una mamá viejita. Quiere en cada suspiro de aliento, arremeter exitoso contra al mundo duro que su padre le puso para vivir. Por eso dice las cosas como son, sin medias tintas, aunque duelan, aunque no te gusten. Puede ser insoportablemente amargado y quiere manejar todo y a todos. Luego, se hace el tonto, suspira y arremete contra ese mundo duro y acorazado que a veces se pone en frente, y entiende que soy su familia verdadera, somos su familia verdadera, y se ríe, se desploma de risa y dice salud …

Nadiana era Fernando y siempre será Fernando, aunque su alma y parte de su cuerpo se parezcan más a Nadiana que al chico oriental que solo quería ser feliz, pero que no podía hacerlo porque había una mujer que vivía dentro de él y a veces quería salir, salir completa, libre, pero debía esconderse. Fernando me presentó el mundo gay con nombre y apellido. Sin tener tanta experiencia fue una suerte de ‘baby sister’ homosexual que le mostró al pequeño Juandieguito que ser mariconcito, cabrito, gaycito, no era tan malo, es más, carajo, no era malo, podía ser bueno, lindo, alegre, aunque su alma con mujer escondida no era tan alegre. Aprendí con él, que podía ser amigo de ella y ayudarle a ser él mismo sin importar que nunca sea completamente ella. Trabajamos juntos mucho tiempo, antes de que él decida una mañana de enero, luego de cumplir veinticinco años que quería dejar de ser Fernando para llevar el nombre que siempre quiso llevar pero que ni el cura ni sus papás incluyeron en el sacramento del bautizo. Decidió aquella vez, vivir para él, para ella, no para mamá, ni papá, ni para el que dirán, y la vida es corta, efímera como para vivir para los otros y no para tus sueños. ¿Por qué ser egoísta con mi sueños? me dijo lloroso. Me sentí orgulloso de ser su amigo-hermano. Y se vinieron a mi mente las primeras veces que se vistió de mujer, en secreto, en madrugadas encendidas cambiándose en el taxi, con pelucas prestadas y vestidos de su hermana, y sus ojos una vez maquillados, destellaban felicidad, incontenible dicha femenina.

Mi amigo se convirtió en Nadiana, dejó crecer sus cabellos y los enrojeció, y su cuerpo que nunca fue el de un hombre, se lució en pantaloncitos pequeños y apretados, cintura fibrosa, piel lampiña y elegante coquetería. Es que no es porque sea mi amiga, pero ella no tiene nada que ver con el típico travesti que pulula por la ciudad. Ella es linda, fina y tenía una mujer dentro que ahora se luce sin complejos.

Baila y encanta. Fue contratada para hacer shows en discotecas y a puro baile y movimientos sensuales se convirtió en una estrella del Travesti Music Hall peruano. Se roba aplausos y vítores, encandila a sus espectadores y en primera fila estamos sus amigos del alma, los que nos quedamos sin voz de tanto gritar y rebalsamos de orgullo porque Fernando baila como los dioses, Nadiana es una diosa y diosito debe estar feliz de que tanta alegría se pose sobre un escenario, sobre una vida, sobre nuestras vidas …

Omar es el ser humano más dulce que conozco. Tiene veintinueve años, es contador público colegiado y es el gay que más sufre por amor en el mundo. Nació en Ancash. Su familia, cargó sus ilusiones y se vino a Lima cuando él era un pequeñín. Familia numerosa y feliz, unida y luchadora. Omarcito creció sabiéndose diferente, callando sus diferencias, guardándolas como secreto provinciano. Él y su madre llevaban la más estrecha relación, tan estrecha que cierto día, cuando él tenía diecinueve años, sintió que debía decirle a mamá que era homosexual. Se lo dijo sin rodeos, botando unas cuantas lágrimas, con vergüenza provinciana de por medio. Mamá se olvidó de ser mamá y lo golpeó como nunca se golpea a nadie. Las manos maternas se estrellaban contra su cara, su espalda, su alma. Cada golpe laceró su alma. Mamá le contó a papá machista y a los siete hermanos que Omar era un maricón desgraciado. Todos lo golpearon, rompieron su ropa, cortaron su cabello, arañaron su dignidad. Omar fue echado de su casa sin ropa y sin plata, con odio y con la vida muriendo de la pena.

Solo, gay, más solo todavía sin mamá buena y vida provinciana en casa con sopita de chuño y zapateos de fiesta. Solo contra este mundo raro que rechaza lo que no entiende ni conoce. Se sobrepuso. Diosito lo ayudó. Carajo, el es su padre, nunca lo dejaría solo. Omar trabajó como loco, estudio como loco, y con la cordura propia de un loco que tiene revancha con la vida, terminó la carrera de contador y aprendió orgulloso y decente a valerse por si mismo.

Tal vez sus tristes vivencias personales despertaron en él un deseo obsesivo por ser amado a como de lugar. Nosotros lo amamos, mimamos, y a veces reemplazamos a mamá, papá y vida provinciana. Pero él desea ser amado por un hombre, amado de manera distinta, de una forma que no podemos cubrir. Cuando digo que se enamora cada semana y cada semana sufre, no exagero. Procura encontrar el amor en cualquier lado, de alguna manera, posar su boca sobre alguna boca y que esa boca le diga te amo. Empero, el universo no pone aún ese tipo de amor en su camino. Va de desilusión en desilusión. Su corazón arañado, sus ojos necesitados de ese amor de telenovela mexicana que él alberga hallar. Un galán romanticón y sincero que llegue a su vida y la tiña de pasión. Por eso sufre, por eso llora y se emborracha los sábados. Por eso cree que el chiquillo que baila a su lado y le sonríe casquivano es, probablemente, el amor de su vida. Siempre se equivoca, siempre sufre. Pero allí estamos nosotros, sus amigos-hermanos del alma para decirle, aunque no creamos mucho en eso, que hay cosas en la vida más importantes que una pareja.

El sigue buscando, su alma no se cansa de esperar y sus ojos de buscar. Y, aunque no lo diga, estoy seguro, extraña a mamá, papá y vida provinciana, y renunciaría a la pareja que tanto anhela, por tener solo un rato el amor calentito y maternal de la mujer que le dio la vida …

Ellos son mis amigos, mis hermanitos, aquellos que me puso Dios en el camino para no morir en el intento de ser feliz. A la familia la impone la vida, a los amigos los escogemos. Yo escogí a Fabián, Leonel, Guillermo, Nadiana y Omar y ellos me escogieron para recorrer juntos el camino extraño de este mundo que a veces es difícil entender y donde más difícil es encajar …

Algún día hallaré mi camino, y no lo habré hecho solo, ellos estarán a mi lado porque siempre están aquí, allá, acá y el solo hecho de saberlos aquí, allá, acá me hace mejor hombre, mejor gay y me aproximo al Juan Diego que Juan Diego ha soñado de si mismo.

Mi teléfono suena, es Leonel. Ya terminó su sesión amatoria y me llama para matizar mi insomnio y darme detalles de su encuentro placentero. Me quedo en línea con él, riendo, sintiéndome acompañado, eliminando las razones que me evitan dormir, pidiéndole a Morfeo que me espere un ratito más. Leonel se ríe escandalosamente y encuentro en su risa un razón más para no estar solo, para saber que siempre, ellos, mis amigos-hermanos del alma, están aquí, allá, acá …

JUAN DIEGO
escribeajuandiego@gmail.com

Canción para un viejo amigo...

Publicadas por Juan Diego 44 comentarios

SOY FAN DE ISMAEL SERRANO. TAL VEZ POR ESO PENSÉ EN ÉL PARA MATIZAR EL TEMA DEL POST.

ESTA ES UNA CANCIÓN PERSONAL, LINDA, PARA SENTIRLA. PARA TODOS AQUELLOS QUE QUEREMOS Y VALORAMOS A LOS AMIGOS...

UN ABRAZO Y VIVA ISMAEL

JUAN DIEGO

 

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