
Esta última semana sí que ha sido intensa. Entre el trabajo agotador, los estudios cada vez más complicados y el dilema de sentirme tío a los veintiocho años, el tiempo se hizo agua entre mis manos. Ya me repuse de la penita que dejó Álvaro, demonio con pinta de arcángel, y ni me acuerdo que alguna vez sus labios besaron los míos, que hicimos...
