
Charly es un patita encantador. Le importo. Le gusto. Me desea. Daría cualquier cosa (me lo ha dicho) porque Juan Diego le brinde la oportunidad de hacerlo feliz. Quiere amarme hasta el fin, tener ojos solo para mí. Me busca, sigue, adora escucharme. Mis apariciones son para él como las de la Virgen en Fátima. Charly encontró en Juan Diego el hombre ideal, aquel que le chorrea las medias. Carajo, Charly me ama…
Quienes me leen saben bien que he buscado eternamente la posibilidad de hallar al príncipe azul y cual ceniciento rendirme enamorado frente a sus encantos. ¿Dónde estás corazón? pregunto triste y desesperanzado en un post anterior (1) y evidencio mi angustia por no hallar aquel que me permita ser el centro de algún mundo… Bueno, Charly me ama, el príncipe llegó…
Pero hay un detalle. No amo a Charly. No me interesa. Y, desgraciadamente, ya empecé a cogerle fastidio a su meloso estilo de intentar hacerme feliz. No soporto a Charly y a su amor. Detesto escucharlo decir que podría ser el centro de su mundo (ha leído mi blog el pendejo). No imagino besarlo, no deseo tirarlo, no quiero verlo. El quiere pasar una vida conmigo, yo no lo aguanto más de quince minutos. ¿Qué tiene de malo, Charly? Nada. Cualquier gay podría morirse por este guapo romanticón. Juan Diego, no.
Me dice Fabián con mucho respeto que “soy un idiota”. Omar me dice con mucho respeto que “debo ser imbécil para dejarlo pasar”. Me dice Nadiana, siempre respetuosa, “que soy un tremendo cojudo para no dejarme amar”. Me dice Guillermo, molesto (fue él quien me lo presentó) que “voy de mal en peor”. Me dice Leonel admirado “que soy un pavazo por permitir que ese cuerpo ricotón se aleje sin darle el revolcón que se merece”.
Es que Charly es un ángel. Es casi perfecto. Charly es de aquellos hombres que deben haber nacido en año bisiesto. Pero no lo amo, ni quiero amarlo, y no hay nada de mí que muestre la intensión de hacerlo. Pero ¿porqueee? chilla Fabián. ¿Porqueeeee? llora Omar…
No puedo amar a alguien tan sublime, eso es. Un webón que me ofrece la vida perfecta y soñada será parte de mis fantasías, mas no es lo que mi cuerpo y alma quieren, no esta vez, por lo menos. Probablemente estoy trastornado y vivir con Juan Diego ya se está haciendo un suplicio. Probablemente mi vida necesita esa cuota de complejidad homosexual y de locura cotidiana que tanto critico.
Será quizás que las malas experiencias me han convertido en un tipo desconfiado incapaz de recibir amor del bueno. No sé. Lo cierto es que no quiero a Charly, prefiero seguir solo…
Leonel, sentencia esta semana de debates sentimentales al decirme con naturalidad “lo que pasa, amigo, es que a usted le gustan los chicos malos”. Y me aterra pensar que tenga razón.
Charly es bueno y sin complicaciones, y no me atrae… Renzo y Álvaro con sus vidas complicadas me atraían. ¿Qué me pasa?
Juan Diego
Quienes me leen saben bien que he buscado eternamente la posibilidad de hallar al príncipe azul y cual ceniciento rendirme enamorado frente a sus encantos. ¿Dónde estás corazón? pregunto triste y desesperanzado en un post anterior (1) y evidencio mi angustia por no hallar aquel que me permita ser el centro de algún mundo… Bueno, Charly me ama, el príncipe llegó…
Pero hay un detalle. No amo a Charly. No me interesa. Y, desgraciadamente, ya empecé a cogerle fastidio a su meloso estilo de intentar hacerme feliz. No soporto a Charly y a su amor. Detesto escucharlo decir que podría ser el centro de su mundo (ha leído mi blog el pendejo). No imagino besarlo, no deseo tirarlo, no quiero verlo. El quiere pasar una vida conmigo, yo no lo aguanto más de quince minutos. ¿Qué tiene de malo, Charly? Nada. Cualquier gay podría morirse por este guapo romanticón. Juan Diego, no.
Me dice Fabián con mucho respeto que “soy un idiota”. Omar me dice con mucho respeto que “debo ser imbécil para dejarlo pasar”. Me dice Nadiana, siempre respetuosa, “que soy un tremendo cojudo para no dejarme amar”. Me dice Guillermo, molesto (fue él quien me lo presentó) que “voy de mal en peor”. Me dice Leonel admirado “que soy un pavazo por permitir que ese cuerpo ricotón se aleje sin darle el revolcón que se merece”.
Es que Charly es un ángel. Es casi perfecto. Charly es de aquellos hombres que deben haber nacido en año bisiesto. Pero no lo amo, ni quiero amarlo, y no hay nada de mí que muestre la intensión de hacerlo. Pero ¿porqueee? chilla Fabián. ¿Porqueeeee? llora Omar…
No puedo amar a alguien tan sublime, eso es. Un webón que me ofrece la vida perfecta y soñada será parte de mis fantasías, mas no es lo que mi cuerpo y alma quieren, no esta vez, por lo menos. Probablemente estoy trastornado y vivir con Juan Diego ya se está haciendo un suplicio. Probablemente mi vida necesita esa cuota de complejidad homosexual y de locura cotidiana que tanto critico.
Será quizás que las malas experiencias me han convertido en un tipo desconfiado incapaz de recibir amor del bueno. No sé. Lo cierto es que no quiero a Charly, prefiero seguir solo…
Leonel, sentencia esta semana de debates sentimentales al decirme con naturalidad “lo que pasa, amigo, es que a usted le gustan los chicos malos”. Y me aterra pensar que tenga razón.
Charly es bueno y sin complicaciones, y no me atrae… Renzo y Álvaro con sus vidas complicadas me atraían. ¿Qué me pasa?
Juan Diego
