
El sábado, para variar, fuimos a la disco. Fabián y yo no andábamos muy entusiasmados con la idea. Sin embargo, la alegre presión a la que fuimos sometidos, nos forzó a soltar los pies y mezclarnos con el bullicio destemplado del espacio centelleante que nos hace bailar casi por inercia. Era una típica noche de discoteca. Leonel esperaba...
